El 94 en la ciudad que más Presidentes ha dado a México.
Cómo olvidar aquel 23 de marzo. Lo primero que recuerdo fue haber perreado -como dice el Bruno- por no tener ni cinco centavos en la bolsa. Traía un hambre de perro hotdoguero. Fui a la taquería de tantas en Guaymas. Me negaron el crédito al pedir fiados unos tacos de pescado empanizado: el dueño me dijo que no podían dar crédito a nadie, a pesar de que frecuentemente había sido cliente asidua a ese negocio; yo solía ir por ese tiempo con mis compañeras del ITMAR: Martha, Carmela, Ramoncita y quien se nos uniera... nos gustaba pedir caldo largo o de camarón.
Pero ese día fui solita -ya lo dije- como perro pulgoso y sin lana. El dueño me dijo que le preguntara a su esposa y ella contestó de nuevo que NO. Y bueno, fiel a mi sana soledad de antaño, me dirigí caminando a la parroquia de San Fernando, un poco como niña llorona; otro poco para pensar y a la vez olvidar que traía hambre (quizá no una como la que veía Colosio) . Total, se me ocurrió escribir dos cartas: una a la Fita y otra a la Maga.
No se cuánto tardé sentada en las bancas solitarias del templo patrono del Puerto, pero luego seguí mi camino a la casa de la cultura. Ramón Santoyo era nuestro coordinador del taller literario. Por esos días yo ya conocía a Bruno, el admirable joven que sorprendía con sus escritos. Llegué a ese otro recinto sagrado (la Casa de la cultura, claro) y me encontré con que para esa hora todos estaban reunidos alrededor de la pequeña televisión existente. Yo no entendía bien por qué todos estaban tan pegados al aparato, pero más tarde me fue cayendo el veinte de la noticia: alguien había disparado un balazo en la sien a Luis Donaldo Colosio, el candidato del PRI a la presidencia. Más tarde, las televisoras nacionales se unieron en una sola transmisión que duró horas: la espera del resultado de este atentado, el cual, como Crónica de una muerte anunciada, sólo confirmó eso, Colosio había muerto casi de manera instatánea.
Ese es mi simple testimonio de una fecha que para los sonorenses y los mexicanos marcó o más bien, truncó la esperanza de tener el quinto Presidente de este Estado, pues curiosamente es Guaymas la ciudad del país que más mandararios ha dado a Mexico: Adolfo de la Huerta, Plutarco Elías Calles y Abelardo L. Rodríguez; de ahí que exista la famosa Plaza de los Tres Presidentes, quizá no tan bella o tan grande como la Gran Plaza de Bruselas, la Plaza Roja de Moscú, la de Tianamen en Beijing, la de San Marcos en Venecia, San Pedro en el Vaticano, la de la Concordia en París, la Cibeles en Madrid, la de la Revoluflas en La Habana, el Zócalo del DF, la de Miguel Angel o de la Señoría en Florencia, la España en Roma, la de Santo Domingo en Oaxaca, la de La Paz en Guanajuato, la otra de San Marcos en Aguascalientes, la Zaragoza en Hillo, o la del Pescador en el mismísimo Guayson... pero el espacio de cemento rodeado por las estatuas de los 3 fantásticos que en distintas épocas liderearon México, perdió ese año, el de 1994, la oportunidad de colocar tal vez una columna extra o tal vez un busto del magdalenense que, a 12 años de su trágica y política muerte, sigue sirviendo de bandera a cuanto aspirante al partido tricolor se le ocurre aspirar a un hueso. Quizá a eso se deba que como actual aspirante a esa silla contemos con un Madrazo.
Mexicanos al grito de guerra...
4 comments:
mm.. yo estaba viendo alguna telenovela en la casa de mi nana chica cuando interrumpieron la transmisión para pasar la noticia.. el amarillismo a todo lo que daba!
gracias, pina. tus palabras siempre son aire fresco para mí.
besos.
elena
Gracias, Elena.
Y dejé un comentario en tu post.
Saludos.
jeje, Glenda... lo que te pudo fue no haber visto la novela. A lo mejor era aquella donde salía el actor al que le decías "Eguardo"
Para amarillismo El Vigía, de guayson city;
les paso el link
http://www.elvigia.com.mx
a veces se pasan de color..
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