Thursday, November 19, 2009

saludos, mayita

Wednesday, November 18, 2009

Para Mar
quién fuera la mirada que se asoma
la luz de dos lustros en el pelo al viento
los labios que mañana contarán la historia
quién
Mariana nos lavará los días con tu risa
cuando estos ojos que te miran
no deseen más que verte
un día serás
el arbol
la tierra
el color
y el cielo que ya eres.
ese día sabremos
el porqué de tantas dudas
que aún hoy nos sorprenden.
y entonces valdrá la pena
saber que una vez
lo pretendimos

Thursday, November 05, 2009

cinco cinco veces a

que el cinco cala en los huesos y el calendario

cinco que el corazón sigue siendo el trapito arrugado que lo absorbe todo

cinco meses con inevitables adjetivos

por más que busquemos un por qué al 49.

Sunday, September 13, 2009

Hasta siempre, Antonio.
Te adelantas en el Año Mundial de la Astronomía.
FALLECIÓ ANTONIO SÁNCHEZ IBARRA.
Hoy, el Sol de la Ciencia ha visto reducido su brillo tras su partida.
Antonio Sánchez Ibarra nació en Nogales, Sonora en el año de 1955. Desde pequeño su inquietud por la astronomía lo llevó a formarse de manera autodidacta enesta área.
Antonio Sánchez se distinguió de manera extraordinaria por su entrega a la divulgación y difusión de la Astronomía. En estas actividades tuvo una gran cantidad de logros. En 1972 fundó la Sociedad Astronómica Orión en su natal Nogales. Desde 1985 participó activamente en la instalación y puesta en marcha del Observatorio Astrofísico Guillermo Haro en Cananea, Sonora por invitación del Instituto Nacional de Astrofísica, Óptica y Electrónica (INAOE).En 1990 con Julio Saucedo Morales formó el Área de Astronomía en el entonces Centro de Investigación en Física de la Universidad de Sonora. Dentro de las primeras actividades que tuvo esta Área, fue la instalación del telescopio de 41.2cm del Observatorio Astronómico del Centro Ecológico de Sonora que fue inaugurado el 20 de marzo del mismo año. A fines de este año, pone en operación la Estación de Observación Solar dentro de la Universidad.En 1991 Antonio Sánchez inició el programa de los Cursos Básicos de Astronomía el cual continúa ofreciéndose a veces hasta dos veces al año. Dentro de estos cursos contagió de su entusiasmo a una gran cantidad de niños, jóvenes y adultos. Desde 1996 trabajó de manera incansable para construir un observatorio astronómico en la cima de Cerro Azul, al noreste de Magdalena. Este observatorio sería controlado de manera remota desde las ciudades de Magdalena y Hermosillo.En el año 2000, fue distinguido con el Premio Nacional de Divulgación de la Ciencia por la Sociedad Mexicana de Divulgación de la Ciencia y la Técnica, en conjunto con la SEP, la UNAM y la UAM. En el 2001 publicó su libro, "101 Preguntas Clásicas de Astronomía".En 1992 puso en marcha el programa "Constelación" para dotar de planetarios muy económicos a 11 municipios del estado de Sonora. Ya se encuentra construido uno en Cd. Obregón, y otro más está en proceso en la ciudad de Nogales.Fueron muchos los logros de Antonio Sánchez, para los cuales serían necesarias páginas y páginas donde veríamos premios y reconocimientos. Sin embargo, su mayor logro fue transmitir de una manera accesible las maravillas del Universo. Su pasión por la divulgación de la ciencia motivó a una gran cantidad de jóvenes a estudiar carreras científicas y a realizar también actividades de divulgación. El legado de Antonio Sánchez es mostrar a grandes y pequeños, que el Universo está al alcance de nuestras manos.Biografía y trayectoria de Antonio Sánchez Ibarra:

Thursday, August 06, 2009

Marcha de las flores
La calle nunca se aromó tanto de flores
Arturo Soto Munguía
La discusión sobre cuántos son es irrelevante porque no tiene vuelta de hoja: son más que ayer.
Son más los muertos. Son más las flores. Son más los llantos. Son más la rabia y el coraje por la impunidad y la indolencia gubernamental. Son más los muertos.
La manta que llevan al frente tiene los nombres de cada uno de ellos. Comienza con Ana y terminaba con Yoselin, pero ayer mismo le agregaron el nombre de Juan Carlos.
La leyenda bajo los 49 nombres reza: 48 angelitos sacrificados a causa de la corrupción.
En realidad son más. Son 49.
Entre Ana Y Joselin hay 46 nombres más; son los de 48 bebés muertos por el incendio en la guardería ABC, de Hermosillo, Sonora, hasta hace unos días. Porque justamente al cumplirse dos meses del incendio, fue sepultado Juan Carlos, cuyo nombre se agregó al final de la lista.
El pequeño de tres años falleció en un hospital gringo y por eso ahora son más.
Se comienzan a juntar en la plaza de los Tres Pueblos, al sur de la ciudad. Un mausoleo que jamás estuvo tan aromado de flores.
Ahí, alrededor del arco de la iglesia de Batuc, uno de los tres pueblos muertos bajo las aguas de la presa El Novillo, comienzan a juntarse.
II
A las seis cuarenta y siete, el primer redoble de la batucada es la señal para tomar la calle por novena ocasión en Hermosillo. Llenan el bulevar Vildósola hacia el sur, rumbo a un destino que saben doloroso, incierto, detonador de todos los recuerdos vueltos suspiros, sollozos, abrazos, llantos a voz en cuello.
Van hacia la guardería ABC, la tétrica bodega hoy custodiada por elementos de la Policía Estatal Investigadora, de uniformes camuflajeados y con armas largas. Rodeada por una valla metálica y cintas de plástico amarillo.
Los tres boquetes que un ciudadano abrió en la pared frontal del edificio sin salida de emergencia, para salvar quién sabe cuántas vidas, permanecen cubiertos con hule negro.
Hacia allá van y por eso las manos se crispan sobre los ramos de rosas, margaritas, gladiolas, claveles… Nunca había olido tanto a flores en la plaza de los Tres Pueblos.
Al frente la batucada abre paso. Ya no llevan vendas en su boca y con sus redobles van abriendo brecha ahora rumbo al sur. A un destino doloroso, como lo resumió uno de los padres.
Tras ellos va una muñeca de chapetes y labios escarlata. Vaporosa falda rosa mexicano, camina como muñeca. Es una muñeca como las que el 5 de junio, se quedaron solas, sin las infantiles manos que jugaban a darles vida. Así se mueve y así tiene la mirada, como de muñeca. Vacía. Sola.
Otra muñeca le sigue los pasos. Mide casi tres metros y el maquillaje que dibuja una flor amarilla y naranja le cubre el rostro.
-¿Por qué la flor?
“Es que no traía ni una y entonces decidí pintarme de flor”, responde desde las alturas de su gran zancada con que avanza en silencio, rumbo al sur. “Pero ya me regalaron unas”, dice mientras se aleja, agitando un ramito de claveles.
A lo largo del trayecto, la gente se suma, con sus flores en la mano, a la marcha. Nuevamente están todos: los nietos, los hijos, los abuelos, las madres, las hermanas, los tíos, las primas, los compadres y las comadres que podríamos ser todos y cada uno.
Por el bulevar, hacia el norte, los carros van a vuelta de rueda. Muchos encienden las luces, aunque la tarde aún es luminosa antes de llegar al parque de la Solidaridad, donde dos muchachas de camiseta blanca, sostienen una lona con la imagen de Emilia y Camila Fuentes.
La primera tiene, bajo su sonrisa que desarma al más pintado, las palabras: ‘En recuperación’.
Bajo la sonrisa de Camila no hay nada. Tras de su imagen y su sonrisa que podría derrumbar la tierra entera, sólo hay unas alas.
Con esas imágenes, las muchachas se incorporan a la marcha.
III
La iglesia de San José está cerrada. No está doña María Rosario López, la que marcha tras marcha, hacía repicar las campanas, dejando caer la levedad del peso de su cuerpo, sobre la pesada soga que arrancaba un tañido lastimero y solidario desde el campanario.
No están unos, pero están otros.
Está la luna, por ejemplo. Grande, luminosa, clara en el suroriente. Están los que no habían estado y que igual se conmueven al paso de la marcha, y abandonan las banquetas y deciden caminar con ellos, en silencio.
Que si eran trescientos cuando salieron. Que si eran quinientos. Quién sabe. Cuando llegaron a la guardería eran casi dos mil. Y ahí los estaban esperando otros tantos con un grito que hacía eco en los interiores calcinados de la bodega que servía como guardería a los niños que murieron.
A los que sin morir están muriendo. A los que sin estar muriendo, llevarán por siempre el nombre de sobrevivientes y llegado el momento, contarán a sus hijos la historia que ahora apenas estamos queriendo escribir nosotros.
IV
A las ocho con cinco, un aplauso recibe a la marcha. La marcha que no quisiera llegar ahí para no hurgar en la memoria dolorosa, que lejos de sanar, se martiriza por un gobierno que echa sal en las heridas.
Un día antes, los medios de comunicación dan cuenta de la comparecencia ante un juzgado federal con sede en Sonora, de los dueños y socios de la guardería ABC:
Marcia Matilde Altagracia Gómez del Campo Tonella –la prima incómoda de Margarita Zavala y de Lourdes Laborín-, Sandra Lucía Téllez Nieves, Antonio Salido Suárez y Gildardo Francisco Urquídez Serrano, todos ellos se presentaron a declarar ante el Juez Primero de Distrito, Raúl Martínez. Los buscados por Interpol en 187 países mediante la emisión de una ‘ficha roja’, llegaron a Hermosillo, Sonora, y presentaron su declaración por escrito. Y luego se fueron.
Ese mismo día, el ministro de la Suprema Corte, Sergio Salvador Aguirre Anguiano, declaró desde su ronco pecho que el caso no sería atraído, que no se formaría una comisión investigadora, debido a que los hechos del 5 de junio “no alteraron la vida en la comunidad de Hermosillo”.
Un día después, la mayoría de los ministros votan en contra del dictamen de Aguirre Anguiano y deciden que sí habrá una investigación de la Suprema Corte.
Ese mismo día hubo manifestaciones de solidaridad en algunas ciudades de Sonora, de Estados Unidos y en el Distrito Federal.
V
Ha caído la noche cuando llegan a la guardería. La oscuridad aporta su toque fúnebre. Las paredes hablan desde sus manchas de hollín y su olor a quemado.
Los padres avanzan con sus manos llenas de flores y su corazón lleno de recuerdos. Lloran. Suspiran. Sollozan. Tratan de resistir pero no pueden. Una señora se desmaya y un hombre la abanica con una pancarta que clama por Justicia.
Uno a uno van llegando hasta la puerta, donde se ha instalado un altar en memoria de los muertos. A un lado hay 49 cruces blancas y muchas flores, veladoras, incienso.
El dolor del recuerdo es insoportable. Imposible no llorar en medio de tanta tristeza. Las mejillas de las madres están mojadas y la voz se ahoga en la garganta de los padres que pretenden ser más fuertes pero no lo consiguen.
Uno a uno van dejando sus ofrendas de flores blancas y rosas; azules y moradas, amarillas y anaranjadas.
VI
Hay en el templete un hombre y una mujer que se besan. Su beso es tierno, apenas rozan sus labios y comparten en las mejillas las lágrimas que a cada quien le brotan. Ella está embarazada. Él es el padre de Fátima y del niño que su esposa lleva en las entrañas. Él también llora, con el llanto de los hombres, que tiene un valor especial cuando se mezcla con el llanto de la mujer que se ama.
Lloran cuando se menciona el nombre de su hija. Lloran cuando el Ave María inunda el espacio acústico en la voz de un ángel. Lloran cuando se pasa lista y el nombre de su hijo aparece otra vez, ahí, frente a esa bodega tétrica y custodiada por policías que portan armas largas.
En el templete hay hombres y mujeres que desde su silencio, decidieron no ser más silencio.
¿Cómo que un ministro de la Suprema Corte declaró que el caso de la Guardería ABC no sería investigado, bajo el ‘contundente’ argumento de que no se alteró la vida en la comunidad?
Tendrían que haber estado, los Ministros de la Suprema Corte, en el preciso momento en que uno por uno, iban pasando a las puertas de la guardería ABC, a depositar su ofrenda.
Hubieran visto el osito elaborado con margaritas blancas, la muñeca de flores, el arreglo y su leyenda. Hubieran visto, los ministros de la Corte, como se convulsionan los pechos de las madres y los padres; cómo se desmaya alguien frente al edificio donde su hijo murió entre las llamas.
Si vieran eso, los ministros de la Corte, no aceptarían que la vida en Hermosillo, Sonora, sigue igual después de la muerte de 49 niños y la condena a vivir con lesiones de otros tantos.
VII
Soy el naco de la familia.
Así dijo. Y así retó a todos. Su hija estuvo en la guardería ABC, pero la recogió media hora antes del incendio. Estaba feliz, dice el naco de la familia. Pero se le acabó la felicidad cuando supo que su sobrino murió en el incendio.
Ustedes perdonen si se me sale una palabra, dice a voz en cuello. Pero yo sí sé quienes son los culpables y yo les doy un mes para que resuelvan esto. Yo sí sé quienes son y me los voy a chingar. Nomás el primero me va a pesar en la conciencia, los demás me valen madre. Yo sí sé quiénes son”, dice, refiriéndose a quienes acusa de ser los culpables.
Hijos de su puta madre, les dijo.
Con palabras más mesuradas, el papá de Santiago también dijo lo mismo: “Ya nada me mantiene aquí. No tengo motivos para vivir”, dijo, el mismo que en la tercera marcha pidió al gobernador que lo apresara, que él era el culpable de la muerte de su hijo, por haber confiado en las instituciones.
“Hace dos meses que también morí. No hay resignación. Habrá cumpleaños, navidades… y habrá un vacío en la mesa”, dice con voz serena y grave. Con la misma voz que dice: “Lo único que me importa es que los culpables de estas muertes, paguen”.
Habla también Manuel Rodríguez, padre de Ximena.
Ximena, la guerrera. La que sus padres decidieron entregar a Dios, después de tanto implorar un milagro.
Ximena la de los rizos castaños y la risa inolvidable, que puede demoler incluso resoluciones de la Suprema Corte.
¿Y Jocelyn? La de las colitas como palmeras diminutas, que bajo esta luna nos sonríe, feliz como era, antes del 5 de junio.
Y mientras ocho globos se van recortando en la luna llena, y se pierden en el cielo que ya está negro, abajo se animan los que nunca lo habían hecho.
Y hablan. Mientan madres. Lloran. Se preguntan cosas. Cosas que sólo puede preguntarse alguien arriba de ese templete, ante una multitud que grita ¡No están solos! ¡No están solos!
VIII
Otra vez el pase de lista. Uno a uno hasta completar 49. Otra vez el llanto que ahoga las gargantas y oprime los pechos al mencionar los nombres de los que un día estuvieron en sus vientres, entre sus brazos.
La madre de Ian Isaac pide, suplica a la multitud que oren por ella. Que necesita mucha oración porque ya no aguanta la soledad y los recuerdos.
Una joven lee la carta que escribió el padre de Daniel Rafael, al que le han comprado otro traje de beisbolista y muchas pelotas. La chica no puede leer bien, porque las letras tiemblan con el temblor de sus manos.
Habla también la madre de Jorge Sebastián. Es la primera vez que lo hace y acusa a los médicos del IMSS en Guadalajara, que le dijeron que su hijo tenía muerte cerebral y no era cierto. Alguien le pasa, desde abajo del templete, al otro hijo, el que le quedó vivo, pero con complicaciones respiratorias. Los médicos le han dicho que también puede morir. Lo toma en sus brazos, lo besa y lo muestra y grita: “El es mi niño, todos los días me pregunta por su hermano”.
Habla Manuel Rodríguez, el padre de Xiunelth. Dice que hay dos lugares en Hermosillo, por los nunca quisiera volver a pasar. Uno de ellos es la guardería que tiene enfrente, el otro es el hospital CIMA, donde falleció su pequeño.
Sus palabras salen quebradas y desgarradoras. Cuestiona a quienes han sugerido que el Movimiento 5 de Junio busca lucrar con la muerte de sus hijos. Y grita, para que todos lo escuchen: “Algún día me voy a juntar con él, y entonces voy a poder mirarlo a los ojos y sostenerle la mirada y él me dirá qué bueno que no te quebraste, papá; él se dará cuenta lo que vale para mi”.
¿Y saben qué? Yo sí tengo un precio. Ese precio es la justicia, si me la dan, inmediatamente les firmo, díganme dónde”
IX
Cae la noche en el sur de la ciudad. Huele a cera quemada y a flores y a incienso en la lúgubre guardería ABC. Acaba la novena marcha y comienza la organización de las que siguen.
Por la justicia que se niega a serlo. Contra la impunidad que se confirma al día siguiente, con el auto de formal prisión que el Juez Primero de Distrito en materia penal, dictó contra los socios de la guardería ABC.
Los que no pisarán la cárcel, porque los delitos que se les imputan (uso indebido de atribuciones y facultades; homicidio y lesiones culposas) no están tipificados como graves.
De la columna: El Zancudo (No mata, pero hace roncha)

Wednesday, July 29, 2009

(poema de Alejandro Aguilar Zeleny)
Flores del fuego
A la memoria de cuarenta y nueve sueños robados.

Sombras de codicia

juegan con la esperanza y el futuro.

Sombras de avaricia y corrupción

juegan con la vida

Abrigan tiernas sonrisas

entre sucios mantos de mentiras

¡Que vengan los niños!

¡Crezcan aquí!

Graznan como aves de mal agüero

Extienden sus brazos, cuidando las formas,

palmean espaldas, reparten lisonjas

diciendo mentiras...

¡Vengan los chiquitos!

¡Vengan esos nenes!

Graznan impasibles

¡Sueñen aquí,

duerman acá!

Canten con nosotros,

aprendan los primeros pasos de la vida

fuera de casa.

Aquí hay bonitos colores

y caritas felices colgando de los muros.

Los niños del fuego duermen, juegan,

cantan y sueñan, mientras las promesas aguantan

y el incendio despierta.

El humo se levanta

y escupe lenguas de fuego

que arde y arde y arde,

que mata y quema.

Llueve en el desierto,

Llueve en el alma,

llueve fuego

que llueve muerte

y llueve dolor,

como llueven lágrimas.

El fuego inunda todo

y todos morimos un poquito con ellos,

que murieron casi solos.

No somos nada ni nadie

para ese dolor

que arde día y noche.

Salimos a la calle

para decir a esos padres que lloran,

que no están solos,

tal vez para no sentirnos tan solos,

tan inútiles ante el dolor

que nunca podremos calmar.

Salimos a la calle

con la trémula voz de una madre

que nos dice:

¡Yo no los perdono!

¡Yo nunca los podré perdonar!

Algo nos duele en el pecho

pero decimos:

No están solos,

no estamos solos...

Sabemos ahora

con dolor en el alma

que no debieron morir,

pero que su muerte

no la ahogará el olvido

ni el temor al silencio.

Los señores que se creen en el cielo

huyen, se ocultan, duermen, descansan

ensayan uno y los mil pretextos

para no encarar la realidad.

Los niños del fuego encienden nuestras almas

y el corazón de la gente sale a las calles

andando y andando

bajo el sol del verano

que sucumbe ante nuestros pasos.

En defensa de los gusanos

En esta, nuestra triste ciudad,

el dolor de la muerte de muchos niños,

nos ha hecho salir a las calles.

Trampas, transas, triquiñuelas

y mañosadas de los que se creen poderosos

orquestaron este cruel incendio.

El dolor de los padres

y el coraje de la gente

nos llevó a las calles.

Vamos todos en silencio,

nos pidieron

y caminamos casi en silencio.

Vengan de blanco,

porten banderas,

vengan todos los que puedan.

Así lo hicimos con dolor y tristeza,

así lo hicimos con amor y coraje.

¿Quiénes son estos gusanos?

Dijo airadamente el gerente general

de esta empresa tan Sonora y tan mal querida.

¿Cómo se atreven a sacar partido

de estos momentos tan dolidos?

¿Qué reclaman estos gusanos,

si la del negocio es prima del mero mero?

Si van a tirar piedras, las tiro yo primero

y luego averiguamos, decía,

desmontándose de su macho.

Yo no sé muchas de estos asuntos,

pero de los gusanos sé

que dan seda

y que sin ellos

algunos quesos serían otra cosa.

De los gusanos sé también

que limpian la tierra

y que por lo general no molestan a nadie,

no persiguen a nadie

y no ladran, ni muerden... tal vez.

Pero también sé

y eso quiero decirles

que si salimos a las calles no es porque

defendamos los derechos de los gusanos,

sino los derechos humanos.

Derecho de haber nacido

de crecer en paz y armonía

de amar y ser amados,

derecho de vivir,

derecho de vivir,

de existir y seguir viviendo.

Esto lo digo a título muy personal,

no me da miedo que me digan gusano,

siempre será preferible que nos digan gusanos

y vivir con las manos limpias y la frente en alto,

que no ser nada, mentirle a la gente,

sin afrontar la muerte de esos niños

y aún tratar de llevarse todo lo que se pueda entre sus patas...

Por si todo esto fuera poco

que por supuesto no lo es,

este mismo gerente y político

viene a decirnos

que todo esto

a él no le preocupa

que duerme como bebé

y es de sueño pesado.

Será por supuesto

porque duerme en pañales,

para no ahogarse de sí mismo

y como todos sabemos

él sí se chupa el dedo

cuando cree que duerme en paz.

Friday, July 10, 2009

Asiste a la Marcha de las luces. este sábado 11 de Julio, 6:00 p.m. Hermosillo, Son.
El día más importante Arturo Soto Munguía
“Si ustedes nos dejan solos, ¿con qué voz vamos a pedir justicia?” Cristina García, madre de Bryan Alexander, una de las 48 cruces del 5 de junio.
La de mañana sábado, es la marcha más importante de las seis a las que han convocado los padres de los niños muertos en el incendio de la guardería ABC, en Hermosillo.
Desde el 5 de junio, la sociedad hermosillense abrazó el duelo de las familias lastimadas, lo hizo suyo y lo reiteró en millones de pasos silenciosos que de tan callados, han vuelto hacia sí los ojos de todo el mundo.
Y en todos los idiomas han hecho suya esa palabra tan sencilla: “Justicia”.
El Movimiento 5 de Junio está construyendo una historia ejemplar, como sólo podría ser ejemplar la hazaña de impedir que la muerte de 48 niños quede impune.
Ha congregado en torno suyo a una impresionante diversidad hermosillense, que salió a las calles a probar lo que está dispuesta a hacer cuando se meten con sus hijos.
II
La gente salió a sentirse mayoría. A sentirse poderosa, como sólo pueden ser una madre, un padre cuando le arrebatan a sus hijos.
La gente no salió a contar los votos ni a calcular el número de plurinominales, sino a exigir justicia. ¿Influyó en el ánimo de los electores? Sí, pero eso es la consecuencia natural de un ejercicio de gobierno inadecuado, para no decir corrupto.
Luego entonces, comenzó a influir desde el momento en que aparecieron los deslindes y las acusaciones entre la clase política, cuando aún no se disipaba el humo del incendio.
Y después de un mes en que no se resolvió nada, en que se escamoteó la información a pesar de todos los ISO 9000 a la transparencia, y en que la disputa electoral se montó en la tragedia, se sucedieron cuatro marchas, cada una más grande, más poderosa.
Hasta que llegó la quinta, la del cuatro de julio, un día antes de las elecciones.
Esa marcha convocó por lo menos a 20 mil asistentes y su silencio estremeció a todo el mundo con su estruendo desde la plaza pública, para gritar: ¡Aquí estamos, no nos cansamos, no nos rendimos!
Y entonces todos voltearon a ver. Y todos comenzaron a verse entre sí y a preguntarse si valdría la pena una tarde diferente, para decirle a los hijos que si el fuego los hubiese tocado, también estarían en la calle y en donde hubiera que estar, para exigir justicia.
Y esa convocatoria hizo que decenas de miles tomaran la ciudad y marcharan, solidarios y atentos, respetuosos e indignados, preguntándose mil cosas.
Escuchando el llanto de la madre, los sollozos de la abuela, el grito desgarrado y desgarrador del padre, estuvieron ahí, solidarios, haciéndose uno con todos.
Eso volvió poderoso este movimiento. III Después del rumbo que ha tomado el tristísimo proceso electoral, la sociedad hermosillense que asistió a las marchas anteriores debe saber que si la de mañana se debilita, estaría dándole la razón a quienes sostienen que los motivos de la marcha eran otros.
Creo que no es así, por una razón sencilla:
La campaña electoral jamás levantó suficientes simpatías. Los candidatos tuvieron que montarse en los hombros del grupo, el cantante de moda, para enviarle a la gente a través de las pantallas y en los diarios, el mensaje de que sus simpatizantes eran muchos.
Una campaña tan hueca, tan plana, tan bizarra al mismo tiempo, jamás convocó el interés mayoritario, como lo prueba hoy el índice de abstencionismo, el mayor que se haya registrado en la historia contemporánea del estado.
Más de la mitad de los sonorenses en edad de votar, prefirieron ignorar el proceso de sucesión gubernamental 2009. Muchos lo despreciaron.
De la ‘minoría’ que sí fue a votar, la ‘mayoría’ no lo hubiera hecho si no es porque les fueron a cobrar el piso de cemento, las despensas, las prótesis, los lentes o las láminas negras.
O las galvanizadas, que resultan tan frescas en el techo de sus casitas, ahora que la sensación térmica ha alcanzado los 51 grados centígrados.
O porque los llevaron y trajeron en taxi. O porque de plano les tiraron con una feria, tan poquita, que hasta sobra para comprar todas las promesas envueltas en ese billete.
Así, cualquiera voltea atrás y ve tan cavernaria la realidad electoral, que toma la decisión de no ser parte de ella, ignorando una costosa, tardía y probadamente ineficaz campaña de promoción al voto, (no a la cultura democrática), lanzada a fuego graneado durante los días previos a los comicios.
IV La multitud que se reunió el pasado 4 de julio en la plaza Emiliana de Zubeldía, la que marchó desde la ciertamente aberrante guardería ABC; la que vio sumarse a miles en el camino, no lo hizo atendiendo un llamado de los dirigentes partidistas o de sus candidatos.
Que no se la jalen tanto.
Sus campañas no convocaron el interés ciudadano. No encontraron la forma de hacerlo porque su oferta política más evidente es la reyerta a chingadazos.
Y esa no es prioridad en la agenda ciudadana de estos días, en Hermosillo.
Aquí, ahora, la gente que está en la calle por su propio pie y con sus mismas exigencias, está pidiendo otra cosa.
Las demandas son muy concretas, justas y legítimas.
Están contenidas en el Manifiesto a la Nación que presentaron los padres de familia durante la quinta marcha el pasado 4 de julio.
1.- Justicia ejemplar, completa e imparcial a través de procesos transparentes a todos los culpables del asesinato y de las lesiones a nuestros niños y niñas.
2.- Reparación del daño moral a través del pago de indemnizaciones de acuerdo a la enorme magnitud de la pérdida, sin condicionamiento alguno ni cesión de los derechos.
3.- Atención médica especializada de la más alta calidad y de por vida para todos los niños y niñas convalecientes y a sus familiares, a cargo del Estado y sus instituciones.
4.- Cancelación inmediata de todos los contratos de subrogación de todas las guarderías del IMSS en manos de particulares.
5.- Sustitución total del modelo neoliberal de salud y seguridad social, que es la causa primigenia de esta desgracia, por uno nuevo que ponga por delante las necesidades del pueblo.
6.- Demolición de las aberrantes instalaciones del sitio de la tragedia, la construcción de un hospital y la elevación de un monumento en memoria de los niños y niñas asesinados y heridos.
V Demandas contundentes, como una vida cotidiana destrozada. Simples, como la certeza de que en eso de la corrupción y la impunidad, el gobierno es una mona vestida de seda y luego entonces, mona se queda.
El motivo de la marcha de este sábado no es el recuento de los votos. Los motivos de la marcha son otros y lo siguen siendo.
Por eso hay que asistir este sábado, para demostrar que el gozo de saberse mayoría no tiene que ver con el reparto de plurinominales, sino con la exigencia de justicia para esas familias hermosillenses, que pudieron ser cualquier familia.
Para que no nos confundan.

Tuesday, June 30, 2009

Fiesta y luto
Arturo Soto Munguía
I
Crece. La rabia crece. La ira crece. La impotencia se desborda en la plaza Emiliana de Zubeldía, como se desborda el llanto de los que en silencio van andando, marchando, sollozando, rezando. En Hermosillo, los únicos que siguen riendo son los candidatos a lo que sea, del partido que sea. Ríen desde los postes, desde los espectaculares, en las pantallas electrónicas, en los desplegados de prensa. Son los únicos que ríen, porque la ciudad está llorando. El sábado anterior preguntamos de qué se ríen. Hoy lo sabemos. Festejan el Top Ten del insulto: ignorante, arrogante, pandilla de atracadores… Los motivos de su risa no tienen nada qué ver con los motivos de la marcha del Movimiento 5 de junio. Su risa es ajena al dolor de los que marchan y por eso, cuando se pregunten -como alguna vez se preguntó el genocida George Bush- ¿Por qué nos odian?, pueden acudir por la respuesta a la Plaza Emiliana de Zubeldía, donde la memoria social hermosillense se está escribiendo. Ahora mismo.
II
Tamm… …Tammm… …Tamm… El Güero del Acordeón, como lo conocimos en los tiempos de la crónica urbana aderezada con percusiones, golpea el tambor. El Colas marca el ritmo con las batacas, lento, espaciado. Fúnebres suenan los redobles. Sonoros en medio del silencio. Tristes como los ojos de los que marchan y suman miles. El Colas quisiera hacer bailar a la gente, porque eso le sale muy bien. Pero hoy la hace llorar desde el repiqueteo con que marca el ritmo fúnebre de los tambores que marchan. Avanzan. Caminan. Suenan y se meten en los oídos como algo que no se quiere oír. Al frente va Ximena y su sonrisa inolvidable, imperecedera. Sus ojos luminosos abren el camino y están ahí para que no se olviden, como van en la espalda de su padre, indelebles en el tatuaje aún hinchado y casi sangrante. Va también Xiuan, montado en una tortuga feliz, como era. Va Yeyé: “Por ti hasta la vida, te lo juro”, sentencia la madre en la pancarta que dice su nombre. Va Andrés en el llanto contenido de su madre y de su padre, que se abrazan en la primera fila de la marcha. Va Julián, superhéroe, ‘flaquito precioso TQM’. Va Juan Israel, que quiere estar con sus papitos. Van todos. Casi todos los que murieron en el incendio de la guardería ABC. Van en imágenes. Viajan en globos rosas y azules con sus nombres que flotan sobre la camioneta que también marcha. 48 nombres que jamás debieron ser escritos con el pulso tembloroso de quien los extraña tanto. Ni con la voz de la abuela que se quiebra con sólo articular un monosílabo. La que acompaña a los pequeños que llegaron desde Phoenix para pasar lista de presente en esa generación que aprende sus primeros pasos y sus primeras letras marchando por la justicia. En Sonora, la corrupción mata a los niños. En Sonora, la corrupción y la impunidad matan a los niños, y por los niños que pueden ser los nuestros, por eso es que marchamos. Marchan también las figuras colosales de los muchachos y muchachas que desde lo alto atisban con la mirada dura. Ni por asomo una sonrisa. Las quijadas van trabadas. Los ojos de acero. El corazón estrujado desde lo alto de sus zancos, desde sus alas angelicales y los rostros maquillados y callados y su boca amordazada. ‘Justicia. Asesinos a la cárcel’, dice una pancarta. También marcha Santiaguito, que está en el cielo y está en la tierra. En la tierra marcha al frente y en las calles de Hermosillo dice “No te olvidaremos”. En el cielo, está mirando hacia abajo, viendo a su padre que sí lo conoce bien y por eso dice que en estos momentos Santiaguito se está asomando entre las nubes y diciéndole a sus amiguitos: “Aquel que está allá abajo es mi papá… ¡Y no se va a dejar de ningún pendejo!”.
III
Puntuales, salen a las seis y poco. Es sábado y el cielo está encapotado. Triste. Por eso en la calle, los hombres se quitan el sombrero y bajan la mirada. Por eso las mujeres abrazan a sus novios y esposos. Por eso las madres estrujan a sus pequeños contra su pecho con la compulsión de la madre que no quiere que le quiten a su retoño. Por eso hay mucha gente en las banquetas del bulevar Luis Encinas, saludando la marcha, resistiendo el llanto, aguantando las ganas de gritar y mentar madres y decir ‘estamos con ustedes porque mañana podemos ser nosotros’. La marcha va, como diría Víctor Jara, con el alma llena de banderas. También de lonas, mantas y pancartas que desde un silencio que aturde dicen: “Yo soy culpable por confiar mi hijo a corruptos”. “IMSS: No protejas impunes”. “No olvidemos”. “Cómo vivir sin ti, preciosa”. “Nada ni nadie por encima de la ley”, dicen, como doloroso sarcasmo; como un llanto que se ríe. Como una mentada de madre que se agolpa en el pecho y amenaza con romper el aire. Tummmm… …Tummmm… Tummmm…. … Suenan los tambores, fúnebremente acompasados. Truena el cielo cuando llegan a la calle Matamoros para entrar al centro de la ciudad. Son miles y miles que en silencio marchan. Pero el silencio pesa. Inflama. Se agiganta y parece que algo va a estallar en cualquier momento. Mucha gente deja la banqueta y se suma a la marcha. No están solos, dicen, y se suman. Y avanzan. En silencio avanzan. Con el corazón encogido, con los ojos de agua, con la boca seca, con el grito que se les hace un nudo en la garganta, avanzan. Con su silencio dicen: ‘Justicia’. Dicen ‘Amor’. Dicen, con su silencio de miles: ‘No están solos’.
IV
6:30. Sábado.
Tarde gris del Hermosillo lastimado. Matamoros y Colosio, esquina donde esperan cientos de personas que al incorporarse a la marcha son una sola, recuperando para las calles el carácter de espacio púbico. El único donde se escribe la historia. Algo tiene esta marcha que la vuelve poderosa. No son los diez, once, doce o no sé cuántos miles que caminan. No es eso. Quizás sea la implacable, la devastadora ternura de Joselin Valentina, que está sentada en los peldaños de una escalera, con el cabello recogido en dos colitas que nacen como diminutas palmeras tropicales. Quizá sea la mirada feliz e inocente que doblega al más macho o la sonrisa que jamás se volverá a ver, a menos que sea la que sus familiares sostienen en una lona donde también se lee: Nació 08-05-07 – Murió 05-06-09. Con esa imagen, se incorporan, también, y con el rostro divertido y tierno de Joselin vuelven más poderosa la marcha, que en silencio avanza y en silencio suma y en silencio le mienta la madre a los asesinos. Porque, ¿se han fijado? Los padres, cuando aluden a sus hijos no dicen ‘se murió’. Dicen: “me lo mataron”. Otros que marchan son los periodistas. Van ahí también, en silencio con sus cámaras, micrófonos, libretas, teléfonos, con todo lo que les permita documentar y ser parte de esta jornada que hace historia en Hermosillo. Es el despertar de una sociedad civil que llenó la plaza y tomó la calle por su cuenta. Los periodistas van, también, estremecidos en el redoble fúnebre de los tambores y el silencio angustiante de los miles que caminan con los ojos llenos de agua y las mandíbulas apretadas. Por cuarta vez, Radio Bemba transmite en vivo, urbi et orbi. Desde la calle para todo el mundo reproduce el ruido de los pasos, la voz del silencio que en ocasiones, como es el caso, nos dice a todos: ‘No están solos’. La calle Serdán es un río ruidoso y por lo tanto, algo lleva. Ahí, otro muerto memorable se aparece. Mario Benedetti dice, desde una manta: “Hay odios que ennoblecen”. Y con ello les responde a los que desde la impunidad refrigerada de su oficina, se les hace fácil decretar que el dolor no se convierta en odio. Hay odios que ennoblecen, canta, recita, musita, llora Benedetti desde el horror de la dictadura que le tocó vivir para que otros no lo viviéramos. Y ennoblecidos, los padres y familiares de los niños muertos y de los que viviendo mueren en los hospitales para quemados, van, avanzan, con el alma adolorida y valiente para decir como dijo Roberto Zavala, “no nos vamos a dejar de ningún pendejo”.
V
Son Horas de Junio y la poesía aparece en yaqui y en todos los idiomas y dialectos. Hay un encuentro de escritores en Hermosillo y algunos dejaron el auditorio para sumarse al silencio que ensordece. Caminan también, abajo y arriba de la tierra, dejando que sus musas caigan de rodillas al paso de tanta gente tan silenciosa y tan poderosa. Hay 48 flechas aztecas clavadas en el corazón de los poderosos. Al tomar el bulevar Encinas, para ir a Palacio de Gobierno, Laura Fernanda no aguantó. Se durmió con sus tan poquitos dos años de vida. Su papá tiene una cola en el cabello y la abanica en la carreola, mientras camina, con otros miles detrás de ellos, que como ellos, no saben que hay miles delante de ellos.
VI
La marcha avanza silenciosa y poderosa. Va acumulando el sentimiento. Los sentimientos que se mezclan sobre la calle, al lado del frío edificio de gobierno sin gobernante, porque dicen, cada vez que hay una marcha por los niños muertos, se va a Obregón, su ciudad natal. “Ya son 48, ¿vas a esperar por más, hijo de la chingada?”, dice una pancarta, cuando pasa por las puertas de Palacio. En Palacio hay dolientes de otros niños muertos. Víctor Abdiel es uno de ellos, víctima de la negligencia médica en el Hospital Chávez. “Es necesario hacer un alto. El gobierno no hace caso a las marchas silenciosas”, gritan sus padres. La marcha se detiene. El silencio se rompe. “¡Justicia! ¡Justicia!, comienzan a corear todos. ¡Que renuncie! ¡Que renuncie!, vuelve a sonar la proclama en la sede del gobierno del estado de Sonora. “Aquí está uno más del sexenio de Bours”, grita otro padre, que exhibe las crudas fotografías de su hijo descuartizado en un hospital. “Son chingaderas”, grita. Y se queja de que algunos conductores de Telemax, la televisora gubernamental, los ha llamado ‘buitres’ por denunciar las negligencias médicas que les arrebataron a sus hijos. Hay un momento de confusión. Un instante en que el silencio se rompe en Palacio de Gobierno y miles de voces se estremecen en un grito: “¡Que renuncie-que renuncie!”.
VII A las 7:26, la marcha toma de nuevo el Luis Encinas rumbo a la Plaza Emiliana de Zubeldía. Ahí va don Miguel Acedo, con un lazo negro en el brazo, sobre el bíceps flaco bajo su camisa blanca y sus 74 años. Es de los organizadores de la marcha y ha mantenido el paso como el mejor. -Tiene buena condición, le digo. -Qué madre, ya me he aventado cuatro, me responde. Y las que faltan, agrega con una sonrisa. El río de gente se desborda rumbo a la plaza. Los carriles en un solo sentido son insuficientes, así que se abren y la gente toma toda la calle. Y avanza. Nunca, antes, los hermosillenses tomaron los ocho carriles que unos toman como parámetros de progreso, y otros toman como el espacio público para decir que el progreso no debe ser a costa de la vida de sus hijos.
VIII Laura Fernanda ya despertó. Se bajó de la carreola y camina de la mano de su padre. Si a las seis de la tarde la Emiliana de Zubeldía era pequeña, a las ocho de la noche estaba reventando de gente. Ahí se rompe el silencio. Cristina García es su nombre, pero es igual al nombre de muchos más que ahora lloran a sus hijos. Ella es madre de una bebé que no murió en el incendio, pero la niña carga con las complicaciones de quien estuvo a punto de morir entre los gases tóxicos del material prohibido que se quemó en la guardería. Estamos escribiendo la historia, para que si se repite, no sea porque nosotros nos hicimos a un lado, le digo a la muchacha que se acerca a preguntarme que si qué hago. Le digo que no me mire a mí. Que mire allá, donde una madre carga con el peso de explicarle a su niña cada día, que debe separarse de ella, porque tiene que irse a trabajar.
IX La plaza está oscura. Huele a cera quemada. Huele a lo que no quiero oler pero estoy ahí, junto a miles que aquí están, para decir algo. Para romper el silencio. Las palabras de la madre calan hondo, porque le habla a miles de personas como si le hablara a su pequeña, sobreviviente del incendio, pero que difícilmente sobrevivirá el olvido: “Perdón, mi amor, porque yo te prometí que nadie te lastimaría y te fallé. Perdóname mi amor”. “Si ustedes nos dejan solos, ¿con qué voz vamos a pedir justicia?”, pregunta desde el templete Cristina García, la madre de la niña que aún se ahoga, quién sabe si recordando el humo. Y la plaza tiembla con un grito: “¡No están solos! ¡No están solos!”. La plaza está oscura, porque el alumbrado público se cortó esa noche, pero no hace falta. Más oscuros están los corazones de otros. ¿De cuáles otros?, surge la pregunta. Y una pancarta responde: “Niños ABC, en el corazón de unos, en la conciencia de otros”.
X
“Ustedes conocían a Ximena”, dice Raúl Álvarez, su padre, “porque durante todo este tiempo estuvimos pidiendo un milagro. Ella duró dos semanas con muerte cerebral y luchó contra la muerte. Ella nos enseñó sobre la lucha”. Ximena fue la muerte 48 del incendio en la guardería ABC. Para la estadística oficial ella es una muerta más. Para su padre es el amor que llevará tatuado en la espalda, toda la vida. Roberto Zavala está tranquilo. Su voz serena. Habla de Santiaguito, su hijo. De sus encantos y sus travesuras y la luminosidad que inundaba su casa cuando manejaba en reversa el Tonka corriendo de un lado a otro. Porque le gustaba correr, al Santiaguito, de un lado a otro de la casa. Se los presento, dice: a los policías que impidieron el rescate de más niños. A los bomberos que llegaron tarde. A los que firmaron permisos para que operara la guardería. A los dueños de la guardería, que recibían dos mil quinientos pesos al mes. Se los presento al gobernador y a la PGR; al juez que liberó a los detenidos con una fianza pagada con el fondo creado por el gobierno estatal para las víctimas. Se los presento. Y ya que lo conocen les pregunto: ¿Ustedes creen que somos unos pendejos? Si esto queda impune, entonces sí seremos unos pendejos, gritó, en medio de la plaza. Y aprovechando que Benedetti andaba por ahí, casi lo cita cuando dijo que entre el gobernador y él hay algo personal. Le recordó a Bours que en una entrevista al diario Milenio, el gobernador declaró que algunas personas se le habían acercado para manipularlo. No señor. Las únicas personas que se han acercado para eso, son las que usted mandó. Las que le dijeron que en el cielo, Santiago estaba triste porque yo estaba enojado. Pero ustedes no conocen a Santiago. Yo sí. Y yo sé que en el cielo, Santiago está viendo para abajo y diciéndole a sus amigos: “Aquel pinche loco que está allá es mi papá. Y no se va a dejar de ningún pendejo”. Los testimonios siguen. El silencio de la marcha se acabó. La voz de los padres inunda la plaza con un reclamo de justicia y muchas ganas de documentar la historia de una tragedia que se pudo evitar, pero la mezquindad y la ambición de los gobiernos no quisieron, porque pudo más la ambición de los gobernantes. Alí Primera resucita desde algún lugar bajo la tierra venezolana, y canta, como siempre ha cantado, como seguirá cantando mientras sigan muriendo niños inocentes, víctimas de la mezquindad, la ambición y el blindaje que dan las cuentas bancarias millonarias. Alí Primera canta, pre moderno y arcaico. Desfasado. No cabe en el Hermosillo, en el Sonora de progreso, desarrollo, modernidad y marketing. Pero canta en el corazón de una sociedad herida que no sabe mucho de eso. Que no discute ideologías ni partidos. Canta en el corazón de los padres a los que les han matado a sus hijos y eso, no conoce linderos. En la plaza, en la voz de un poeta colombiano que vino a las horas de junio en Hermosillo, Alí Primera canta: ‘no basta rezar/hacen falta muchas cosas para conseguir la paz...’. Canta Pancho Jaime, también, pero dice que no se puede cantar con un nudo en la garganta. Cae la noche en la plaza. Jornada intensa y dolorosa. Convocatoria a volver a estar, como estaremos, el próximo sábado, sin falta. Por los niños que murieron. Por los que no han muerto. Por los que merecen vivir, ahí estaremos.

Thursday, June 25, 2009

Horas de Junio 2009: tributo a Monsiváis
Se toca la emoción con palabras. Un canto de celebración puntual. Junio parte el año. Convoca al clima cálido, al encuentro con la fraternidad. En el oficio de escribir coinciden las voces. Y vienen de distintos puntos de la nación, de otros países, incluso.
Llega el verano y es tiempo propicio para el XIV Encuentro Hispanoamericano “Horas de Junio”, que se realizará del 25 al 28 de este mes.
Los escritores lanzarán sus dardos como versos, sus flores como prosa: el dolor y la risa. La siempre incertidumbre de los que se instalan en las mesas de lectura para abrir los párrafos como chistera. Y repartirlos.
Carlos Monsiváis, escritor toral del México contemporáneo, es en esta ocasión el autor a quien se rinde Tributo de parte de los más de 200 escritores que se reunirán tres días de palabra y canto, en Hermosillo de jueves a sábado, y en Guaymas el domingo, allá donde el mar incita.
Noble labor de los escritores. Tocar al mundo con sus pensamientos. El desvelo transformado en reflexión. Este año, Horas de Junio construye una presea que, con el aval del mismo ensayista mexicano, lleva el nombre de “Por mi madre, bohemios!”, título de una de las columnas periodísticas más importantes que durante varias décadas Carlos Monsiváis ha publicado de manera intermitente.La presea consiste en una figura del autor elaborada desde la entraña de ese árbol característico del desierto de Sonora: el palo fierro, madera emblemática de la artesanía seri. Esta presea se entregará cada año a un destacado intelectual de las letras hispanoamericanas.
La primera entrega la recibirá el mismo Carlos Monsiváis en la ceremonia de tributo mañana viernes 26, a las 8:00 de la noche en la Sociedad Sonorense de Historia, donde se contará con la presencia del doctor Heriberto Grijalva Monteverde, rector de la Universidad de Sonora, quien a nombre de la comunidad universitaria y de la sociedad en general, dará un reconocimiento al autor de Los rituales del caos, A ustedes les consta, Escenas de pudor y liviandad, entre otros libros.
En esta edición de Horas de Junio se le rendirá también un “Recordatorio a la maestra Guadalupe Rico Ramírez”, impulsora de talleres, poetisa y mujer de letras, hoy jueves, en el Museo de Culturas Populares, a partir de las 5:00 de la tarde. Participará con su canto el “Grupo Trova-Romance-Música”.
Después del tributo a Carlos Monsiváis, se le rendirá también un homenaje a Chayito Valdez en la voz de la cantante sonorense Hilda Castillo y el grupo La Compañía de Dionisio. Un presente musical a Carlos Monsiváis en gratitud por su aportación y el estudio de la cultura popular.
Poetas de varios países y continentes se darán cita en esta ocasión y entre los lugares de origen están: Angola, Irak, Kosovo, España, Canadá, Chile, Colombia, Cuba, Bolivia, Estados Unidos, México, Panamá, Venezuela.
Respecto a los estados del país que estarán representados se enlistan: Baja California, Baja California Sur, Campeche, Chiapas, Chihuahua, Coahuila, Estado de México, Jalisco, México, D.F., Nuevo León, Veracruz, Sinaloa, Sonora y Zacatecas, entre otros.
La lista de participantes incluye además artistas de varios géneros, como es el caso del trovador Rafael Mendoza, quien junto a Ramón Sánchez, Daniel Soberanes y Rosina Conde, al lado de intérpretes sonorenses, formarán parte del “Responso por el cantautor Marcial Alejandro”, que se efectuará el sábado 27 en el local de La Matraka Teatro.
Además, se contará con la participación del grupo musical de origen tijuanense “Nidia Barajas, Sozinho y Púrpura”, así como los grupos locales “Winsax”, acústico de jazz, y “La Culebra”, ritmo caribeño en toda su expresión, y la “Danza del fuego” interpretada por las bailarinas arizonenses Anna Schuer-Moncada y Charlene Samuelson.
Armando Vega-Gil, una vez más repartirá lo que desde su pecho construye. El integrante del precursor rockero en español en México, Botellita de Jerez, pone sus pies en estas tierras una vez más.
Asimismo, y como eventos alternos de las mismas Horas de Junio, se ofrecerá la conferencia: "Aproximación al Chino Valera Mora: una perspectiva desde la contracultura", por Alejandra Segovia, escritora venezolana; el documental “Pluma Forever” de Casildo Rivera, así como la exposición multimedia del colectivo de/ser/tico, una exposición colectiva (artes visuales) en la Casa Gregorio; danza de las letras con el bailarín Enrique Contreras y el performance “El paso de las horas”, basado en la obra de Fernando Pessoa, por el artista cajemense Armando García.
Por primera vez en un encuentro de este tipo, se incorporan internos del Cereso 1, quienes al lado de reconocidos escritores, leerán sus producciones y formarán parte también de Horas de Junio.
Las Horas de Junio concluirán el domingo 28 en las playas de San Carlos Nuevo Guaymas. La palabra otra vez para refrendar el significado de la fraternidad.

Monday, June 22, 2009

No tengo nada qué perder… ya me lo quitaron todo
texto tomado de Arturo Soto Munguía. El Zancudo (No mata, pero hace roncha)
La salida de la marcha tiene un aire de duelo. Como de tristeza. Como adelantándose al día siguiente, cuando falleció Ximena, la pequeña de dos años que no sobrevivió a las quemaduras provocadas en el incendio de la Guardería ABC.
Esta vez ni siquiera el lastimero sax de la primera marcha rompe el silencio. Pero es mejor, porque veces hay en que un sax puede ser el más violento incitador a la tristeza. Al lamento. Al llanto.
Un sax aquí, donde miles se están reuniendo para salir a caminar y en cada paso repetir como eco el enojo, la impotencia, el dolor, las ganas de decir ¡ya basta!, pero de a deveras.
No el ya basta que se repite cada cinco minutos en las radios y las televisoras estatales y no estatales, sino el ya basta que aparece en las miradas de la gente que sale al paso de la marcha; de los automovilistas que saludan y bajan la mirada en silencio; del señor que se santigua en la banqueta de la iglesia de San José, donde las campanas repicaron durante todo el tiempo que duró en pasar el contingente.
En la guardería las paredes son azules y amarillas. Y negras, pintadas por el humo que mató a muchos niños. Dos fotógrafos se dan maña, rompen de alguna manera el cerco policiaco, los listones de plástico amarillo que rodean el edificio, y suben para lograr su mejor toma.Son periodistas.Son los que están en todas partes, para que nada pase desapercibido, para que nada quede en el olvido.
Están trabajando pero la policía no entiende eso. Nosotros también estamos trabajando, dicen, y no les falta razón.
Los periodistas van en la marcha. Se suman, se pegan calcas en las camisas, se saludan. Saben que están escribiendo la historia y que la objetividad es un andamiaje teórico que no resiste el peso de las lágrimas. II Parafraseando a Jeff Durango, en la marcha nadie tiene ganas de reír.
La marcha abre brecha. Lleva a los padres de los niños muertos adelante. También a mujeres que llevan a sus niños en carreolas. Son ellos los que van abriendo brecha.
Son una línea de pequeños valientes que no tienen edad siquiera para caminar. Son como los que murieron, como los que están hospitalizados después de 15 días, algunos de ellos muy graves. Una de ellas lleva una cartulina: “Justicia a nombre de mis compañeritos. Los extraño”.
La pequeña también estaba ahí cuando las llamas. También estaba ahí cuando el infierno.
Ahora son los que van al frente de la marcha. Son niños como los que murieron. Aún no saben hablar. No saben caminar ni andar en bicicleta ni patear una pelota ni hacer un atrapadón en el center field, que haga brincar a su padre hasta el cielo.
Los pequeños son vanguardia. Están viviendo una tragedia con la sonrisa ingenua en los labios y con esa sonrisa son vanguardia y van abriendo brecha rumbo al palacio de gobierno.
Están lejos de tener edad para votar, pero encabezan una de las marchas más importantes de la historia contemporánea de esta ciudad.
El señor de la iglesia se quita el sombrero y se santigua con la devoción de un creyente. Con el respeto que le merece la muerte. Con el sentimiento que le hace bajar la mirada y murmurar algo que sólo él entiende, mientras bendice a los niños que van al frente.
En la marcha, los únicos que sonríen son los candidatos a ganar el concurso de Photoshop. Colgados de todos los postes, en colores intensos y brillantes, son tan ajenos al sentimiento de la gente, que sus panorámicas sonrisas ofenden. ¿De que se ríen? III
En Parque de la Solidaridad estaba un ángel.
Medía casi tres metros. Era muy grande. Sus piernas eran muy largas y sus alas muy pequeñas, pero era un ángel. Se movía como un ángel.
Creo que la vi antes, ayudando a clavar el tacón de otro ser voluntario, que acudió a la marcha a decir ‘yo tampoco estoy de acuerdo’. Son muchachas y son zanqueras. Vinieron desde su corazón, porque sólo desde ahí se puede llegar a una marcha para exigir justicia por los niños que hoy son dolorosos huecos en los corazones que antes se llenaba con sus risas.
En ese crucero hay un ángel de zancos muy largos y alas muy cortas. Pero se mueve bien. Los movimientos de sus alas son lentos pero fuertes. Su rostro no refleja el cansancio sino el coraje. Es una zanquera hermosa que mira pequeñito al policía municipal que dirige el tráfico para dejar libre el camino a la marcha.
Uno sigue dirigiendo el tráfico y la otra sigue moviendo sus alas, como para irse. Desde lo alto de sus zancos, desde el batir de sus alas de ángel, observa la marcha que camina rumbo a Palacio de Gobierno, a exigir justicia. IV
En la calle los automovilistas no protestan. Aguantan minutos y minutos a que pase la marcha. No gritan, no se exasperan por el río de gente que les impide avanzar más rápido.
Bajan las ventanillas. Ven. Buscan con su mirada esperando encontrarse con su condición de madre, de padre que aguanta a pie firme la noticia de que su hijo ha muerto.
En la calle, todos se sienten víctimas. En la calle todos somos vulnerables.
V
Alguien debería decirle a la mamá de Germán, que no convierta el dolor en odio.
Explicarle que la suma de negligencias, complicidades y omisiones de los gobiernos que le arrancaron a su único hijo, no deben ser mencionadas, porque hacerlo la pueden convertir en un gusano que se arrastra por el lodo. Una oportunista.
Alguien debería decirle que su pequeño ya no se acurrucará en su pecho ni le iluminará la casa, porque está muerto.
Como otros 46 niños, que lo acompañaron en un infierno de fuego y gases tóxicos, y ahí mismo quedaron, ‘asegurados’ por el cinturón de su ‘portabebé’, en la guardería ABC, que ya apartó un lugar en la memoria social hermosillense.
La señora toma el micrófono. Está parada en el Kiosko de la Plaza Zaragoza, de cara al edificio que alberga los gobiernos estatal y municipal.
Detrás de ella, varios de los padres que perdieron a sus criaturas. Tienen flores en las manos y fotografías de sus hijos, pequeños y felices.
Las caras de esos niños tienen la alegría que se le fue a una pequeña rubia que, sosteniendo un gran cuadro con la imagen de la Virgen de Guadalupe, observa el mar de gente, desde el kiosko, a un lado de la mamá de Germán.
Los pequeños de las fotos son hermosos y felices. La pequeña rubia tiene los ojos cuajados de llanto y sus manitas aprietan el marco de la Guadalupana, mientras se muerde el labio inferior para contener un llanto que hubiera podido bañar a las cinco mil almas que frente a sus bellísimos ojos verdes coreaban ¡Justicia! ¡Justicia! ¡Justicia!
La mamá de Germán se anima y toma el micrófono. Y con la voz desgarrada en un grito que erizó la piel, sentenció: ¡Yo no los perdono! VI
Los boquetes que un ciudadano abrió en las paredes de la guardería ABC, para ayudar a sacar a los pequeños, también sirvieron para sacar a la luz pública cómo es que se gobierna este país, México lindo y qué herido.
Se llama Abraham. Es el papá de Emilia, a la que de cariño, para chipilonearla, llamaba como la llamó en las últimas dos marchas “mi changa pedorra”.
Está frente a miles que al llegar a la Plaza, descubren que no son la parte más callada de las gráficas con que unos tipos de corbata memorable, juegan a la prospectiva política.
No son números ni porcentajes tan maleables como la política clientelar con que los gobiernos fincan su legitimidad, poniéndole precio a los votos.
Abraham está en el kiosko y abre con un llamado a aislar a quienes pretendan politizar el tema, gritando cosas inadecuadas. Alguien debería decirle a Abraham, que él no es el único que quiere y puede decir que el gobierno es el culpable del incendio donde pereció su hija de tres años.
Que no es el único que quiere gritar que vivimos en un país donde los derechos humanos se pisotean y donde la impunidad prevalece.
Porque todo eso dijo él, con un ramo de flores en la mano izquierda, y el micrófono en la derecha, muy cerca de su boca que grita: ¡La muerte de mi hija no debe quedar impune!
No debe quedar impune, dijo, como tampoco deben quedar impunes las muertes de los otros 45 niños que hasta ese día había cobrado como víctimas el incendio de la Guardería ABC.
Alguien debería decirle a Abraham que las miles de gargantas que frente a él se hacen nudo con su relato, con su voz entrecortada, con sus ojos de agua, también tienen ganas de decir que la tragedia se pudo haber evitado, pero que los dueños de la guardería se ahorraron 20 mil pesos en una puerta de emergencia y ahora están sacando cuentas de cuánto se pueden ahorrar en el pago para que la justicia no los toque.
En su pecho no cabe el llanto ni el consuelo porque Emilia ya no está.
Quizá por eso, nadie le dijo que evitara politizar el tema. Que no fuera a decir algo así como que la lucha ya no es por los niños, sino por cambiar el país, el sistema, el gobierno.
Y como nadie le dijo que si politiza el tema entonces puede pasar a ser uno más de los gusanos oportunistas que se arrastran por el lodo, Abraham clamó por justicia, desde el kiosko de la plaza Zaragoza, frente a la sede del gobierno, y dijo: “si no hay justicia… ¡cuidado!”.
Y con la voz que sólo puede salir del pecho de un padre al que le arrebataron a su changa pedorra, como la llama hoy con la voz entrecortada, frente a miles de personas que tienen la emoción a flor de piel, Abraham dijo: “Yo ya no tengo nada qué perder. Ya me quitaron todo”.
Alguien debe firmar un desplegado, de preferencia con muchas firmas de esas que dibujan los apellidos que hacen fila en las páginas de Sociales, donde le adviertan a Abraham que no debe convertir el dolor en odio.
Alguien debe ir decirle al que ya no tiene cerca a esa preciosidad que era Emilia, a esa luz en los ojos de Lupita, la madre de Emilia, a la que conozco. La que tiene en sus ojos el dolor más grande que haya visto en otros ojos.
A ellos alguien, algún tanatólogo pagado por el gobierno; alguna sicóloga con la bolsa llena de volantes de su candidato; algún especialista con cara de ‘siguiente nivel’, debería decirles que no politicen el tema.

Friday, June 19, 2009

adiós, tío Juanito...

Wednesday, June 17, 2009

Estoy muy enojada por la manera en que los enanos que nos gobiernan han procedido a hacer justicia; ¿quién no lo estaría?
Es por eso que les recomiendo este escrito de Yolanda González y su blog de Cometas en la Madrugada.
y este de Silvia Núñez, en el que también habla sobre crimen de estado

Monday, June 15, 2009

Perdón si los puntitos publicados en los útimos días han resultado inútiles de abrir.
En realidad hay mucho material de lectura sobre el tema, pero al menos les dejo esta liga

Sunday, June 14, 2009

Saturday, June 13, 2009

Friday, June 12, 2009

Thursday, June 11, 2009

Wednesday, June 10, 2009

Tuesday, June 09, 2009