Temprano levantó la muerte el vuelo,

temprano madrugó la madrugada,

temprano estás rodando por el suelo.

Miguel Hernández,

Ella hubiera llegado a sus ochentaycuatro.

Él tenía ocho y hubiera visitado a sus abuelos, pero no llegó. Un ser que nació con el siglo no vivió más para contarlo.

Yo venía recordándola, a ella; imaginando que tal vez, en una tarde como ésta, hubiera ido a abrazarla. De pronto se cruza a nuestro camino la escena: un amasijo de llanto rodando por el pequeño espacio sitiado de seguridad y rostros de angustia; tenía ocho años dijo un pasajero que abordó el camión en esa esquina, la avenida héroes y la cuatro. Todo fue tan simple, tan doloroso, tan rápido, que aun hoy -horas después- escucho los gritos y no puedo evitar pensar en un niño de ocho que sólo deseaba visitar a los abuelos y en ese deseo inconcluso dejó su pequeña cifra de años vividos rodando por el suelo. Así de simple; así de inexplicable y doloroso.