tomado de Orbispress*
El Zancudo
(No mata, pero hace roncha)
Arturo Soto Munguía
Felipe fue desgraciado…
Hacía rato que no veía a Felipe Calderón. Anoche apareció en la tele y no es por alarmar a nadie, pero el señor tiene cara de cualquier cosa, menos de presidente de la República.
En un par de meses, El Hijo desobediente, como se dio en llamar durante la campaña, dio el viejazo gachamente.
El tinte que ayudó a vender una imagen jovial, ha desaparecido de sus cabellos y, en algunas regiones de su cráneo, desapareció con todo y cabello.
Desapareció también la sonrisa. Esa irónica sonrisa que tantas horas ensayó frente al espejo, ya no está más en sus labios, y en su lugar, aparece una como mueca que pretende proyectar serenidad y confianza, pero termina causando lástima.
Sus ojos están apagados y su voz suena impersonal, hueca, como palabras que no llevan ningún destino; frases que quisieran ser convincentes, pero carecen de alma.
Para ser jefe, hay que parecerlo, dicen aquellos que por lo regular, a lo más que han llegado es a ser jefes de grupo en la primaria, y muy a webo.
Pero en el caso particular d El Hijo desobediente, esa sentencia cobra un valor especial, porque estamos hablando del que sería entre otras cosas, jefe de las Fuerzas Armadas.
Felipe Calderón Hinojosa anda arratonado, válgame la expresión en sentido casi literal, pues parece como si el señor ya no quisiera queso, sino salir de la ratonera.
La imagen que proyecta el panista es, fíjense bien, lector, lectora, cuando lo vean en la tele, la de un hombre derrotado.
No es para menos, dirán ustedes, tomando en cuenta las dimensiones y fiereza del tigre que gracias a Ugalde, se sacó en la rifa del pasado 2 de julio.
¿Qué va a hacer con el país un hombre que pareciera sacado de una cama de hospital, y al que nomás falta que un servicial agente del Estado Mayor Presidencial le detenga por lo alto una botella de suero conectada a su brazo?
Desde que tengo uso de razón (¿qué quéeeeeeé?), he visto cómo entran y cómo salen algunos presidentes de la República, y la metamorfosis es impresionante.
Por ellos no pasan los años, porque definitivamente, todos se les quedan encima.
El mismo Carlos Salinas, que tenía fama de muy hulero, acabó su sexenio más pelón y hasta más chapito.
Ernesto Zedillo no pudo evitar el viejazo al final de su gobierno, y con todo y su carita de moscamuerta, acabó arrugado, pelón y canoso, aunque no lo suficiente como para no conchavarse a otra vieja y mandar a volar a la señora Nilda Patricia, que dicho sea de paso, tampoco estaba para un concurso de fotogenia.
No vayamos muy lejos. Ahí tienen a Fox, a quien entre las trácalas de su familia, los excesos de sus Amigos y el toloache de Martita, se lo acabaron.
Entró como un vaquero valiente, alegre y dicharachero, pero terminó como un peón de rancho, de plano muy traqueteado.
La diferencia entre ellos y el que viene, o sea el mismísimo Felipe Calderón de Gordillo, es que a los primeros les llevó seis años la metamorfosis, y el michoacano no acabala seis meses, cuando ya parece estar llamando a su notario para hacer el testamento.
En descargo, hay que admitir que debe ser muy canijo eso de que todos los días le estén diciendo "espurio" (quién sabe qué quiere decir, pero se oye horrible), y que lo traigan a salto de mata por todo el territorio nacional, prácticamente acunado en los brazos de los militares que forman su guardia presidencial.
Usted andaría igual, dígame si no, joviales lectores y lectoras, si su chamba fuera despertar cada día con Manuel Espino al otro lado de la cama. Por ejemplo.
Ahora hasta dicen que al señor Calderón le ha dado por la beberecua, y que no se quita la peda 'ni para que se la laven', como diría mi amá.
Pero también eso es explicable si se entiende que el 1 de diciembre, el michoacano va a recibir una nación enfrentada, afrentada, polarizada, encabronada y todo lo que termine en 'ada', incluyendo eso que usted está pensando.
Lo peor no es que Felipe aparezca flaco, ojeroso, cansado y sin ilusiones. Como si en vez de ir a Los Pinos, fuera al patíbulo.
No.
Lo que más miedo da, es que Felipe Calderón aparezca con la cara de un político al que se le agotó el tiempo para los 'amarres', acuerdos, pactos y negociaciones propias del caso.
Con la cara de un político que ya sabe, porque algo debe saber el señor, que en el mejor de los escenarios, su presidencia se va a ir al carajo muy pronto.
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*Dr. Manuel Murrieta Saldívar
Director y Editor General Editorial
Phoenix, Arizona 85013 USA.