Wednesday, February 15, 2006

Se va un poeta
Nada sucede dos veces
ni sucederá, y por eso
sin experiencia nacemos
sin rutina moriremos.
Wislawa Szimborska
Hoy se fue don Flaviano. Mientras esto escribía, Bruno declaraba en voz alta (preparando --para cener-- huevos con chorizo): "¡Pobre don Flaviano!"
El hecho es que esta mañana, como a las 8:45, tomó sus maletas necesarias uno de los miembros de aquel nutrido taller de poetas de Guaymas en los noventas: don Flaviano A. Gramschi, creador del poemario Mis memorias, publicado en 1997... y se fue, así, sin decir adiós, ni nada.
Don Flaviano lo había rebasado todo: su nombre, su mujer, su vista, sus noventa años. Aun así, ayer mismo se le veía aún caminando tranquilamente por esas calles del puerto que solían verlo a él, aunque su vista no haya dado para mirarlas a ellas.
Dejó además de ese libro, hijos, nietos, bisnietos, amigos, una casa en su esquina y hasta la repetición de anécdotas, lo mismo que aquella afición por conquistar a las mujeres. Solía hacerlo de manera galante, como los románticos de antaño: fue un don Juan que se acercaba con parsimonia; luego les leía las líneas de la mano y aseguraba conocer el futuro de cada una de las líneas. También leía algún poema que seguramente mucho antes había escrito a su extinta esposa. Así era de galán, aun siendo el joven más maduro de la clase del maestro Ramón Santoyo. Ah qué recuerdos de aquel grupo!... de él salieron: una presidenta municipal, un primer damo; un secretario general del sindicato de PEMEX, un presidente del partido del sol azteca, un regidor del mismo partido, varios locutores locales, un seminarista, un policía poeta, un peluquero columnista de El Imparcial, cuatro abogados, un empleado del OXXO, un director de Acción Cívica del municipio, un locutor de radio Exxa, una pintora-poeta-artesana que recorre las ciudades más visitadas del país vendiendo su arte, una ama de casa que sigue escribiendo y cosechando nietos, una compositora de canciones que a ratos se asoma a la radio a regalar un poema al público y que se volvió políglota, muchos maestros, poetas, más poemas... infinidad de recuerdos y puntos suspensivos... una pareja que jamás pensó ser tan feliz, jeje, aunque suene de lo más cursi. Bueno, eso, entre otras muchas otras listas de sucesos, premios, viajes, exposiciones, festivales, obras de arte, y etcéteras, miles de etcéteras.
En fin, este adiós de don Flaviano nos lleva a esa nostalgia del tiempo, a ese momento en que Santoyo nos leía sus poemas favoritos, sobre todo los de asamblea de poetas jóvenes de méxico... así con minúsculas, como estaba impreso en la editorial siglo xxi, reunida por gabriel zaid.
Adiós, Don Flaviano, compañero de clases, alumno, camarada, guaymense, marinero, poeta... otra vez, camarada, ¡hasta siempre!

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