Tuesday, June 30, 2009

Fiesta y luto
Arturo Soto Munguía
I
Crece. La rabia crece. La ira crece. La impotencia se desborda en la plaza Emiliana de Zubeldía, como se desborda el llanto de los que en silencio van andando, marchando, sollozando, rezando. En Hermosillo, los únicos que siguen riendo son los candidatos a lo que sea, del partido que sea. Ríen desde los postes, desde los espectaculares, en las pantallas electrónicas, en los desplegados de prensa. Son los únicos que ríen, porque la ciudad está llorando. El sábado anterior preguntamos de qué se ríen. Hoy lo sabemos. Festejan el Top Ten del insulto: ignorante, arrogante, pandilla de atracadores… Los motivos de su risa no tienen nada qué ver con los motivos de la marcha del Movimiento 5 de junio. Su risa es ajena al dolor de los que marchan y por eso, cuando se pregunten -como alguna vez se preguntó el genocida George Bush- ¿Por qué nos odian?, pueden acudir por la respuesta a la Plaza Emiliana de Zubeldía, donde la memoria social hermosillense se está escribiendo. Ahora mismo.
II
Tamm… …Tammm… …Tamm… El Güero del Acordeón, como lo conocimos en los tiempos de la crónica urbana aderezada con percusiones, golpea el tambor. El Colas marca el ritmo con las batacas, lento, espaciado. Fúnebres suenan los redobles. Sonoros en medio del silencio. Tristes como los ojos de los que marchan y suman miles. El Colas quisiera hacer bailar a la gente, porque eso le sale muy bien. Pero hoy la hace llorar desde el repiqueteo con que marca el ritmo fúnebre de los tambores que marchan. Avanzan. Caminan. Suenan y se meten en los oídos como algo que no se quiere oír. Al frente va Ximena y su sonrisa inolvidable, imperecedera. Sus ojos luminosos abren el camino y están ahí para que no se olviden, como van en la espalda de su padre, indelebles en el tatuaje aún hinchado y casi sangrante. Va también Xiuan, montado en una tortuga feliz, como era. Va Yeyé: “Por ti hasta la vida, te lo juro”, sentencia la madre en la pancarta que dice su nombre. Va Andrés en el llanto contenido de su madre y de su padre, que se abrazan en la primera fila de la marcha. Va Julián, superhéroe, ‘flaquito precioso TQM’. Va Juan Israel, que quiere estar con sus papitos. Van todos. Casi todos los que murieron en el incendio de la guardería ABC. Van en imágenes. Viajan en globos rosas y azules con sus nombres que flotan sobre la camioneta que también marcha. 48 nombres que jamás debieron ser escritos con el pulso tembloroso de quien los extraña tanto. Ni con la voz de la abuela que se quiebra con sólo articular un monosílabo. La que acompaña a los pequeños que llegaron desde Phoenix para pasar lista de presente en esa generación que aprende sus primeros pasos y sus primeras letras marchando por la justicia. En Sonora, la corrupción mata a los niños. En Sonora, la corrupción y la impunidad matan a los niños, y por los niños que pueden ser los nuestros, por eso es que marchamos. Marchan también las figuras colosales de los muchachos y muchachas que desde lo alto atisban con la mirada dura. Ni por asomo una sonrisa. Las quijadas van trabadas. Los ojos de acero. El corazón estrujado desde lo alto de sus zancos, desde sus alas angelicales y los rostros maquillados y callados y su boca amordazada. ‘Justicia. Asesinos a la cárcel’, dice una pancarta. También marcha Santiaguito, que está en el cielo y está en la tierra. En la tierra marcha al frente y en las calles de Hermosillo dice “No te olvidaremos”. En el cielo, está mirando hacia abajo, viendo a su padre que sí lo conoce bien y por eso dice que en estos momentos Santiaguito se está asomando entre las nubes y diciéndole a sus amiguitos: “Aquel que está allá abajo es mi papá… ¡Y no se va a dejar de ningún pendejo!”.
III
Puntuales, salen a las seis y poco. Es sábado y el cielo está encapotado. Triste. Por eso en la calle, los hombres se quitan el sombrero y bajan la mirada. Por eso las mujeres abrazan a sus novios y esposos. Por eso las madres estrujan a sus pequeños contra su pecho con la compulsión de la madre que no quiere que le quiten a su retoño. Por eso hay mucha gente en las banquetas del bulevar Luis Encinas, saludando la marcha, resistiendo el llanto, aguantando las ganas de gritar y mentar madres y decir ‘estamos con ustedes porque mañana podemos ser nosotros’. La marcha va, como diría Víctor Jara, con el alma llena de banderas. También de lonas, mantas y pancartas que desde un silencio que aturde dicen: “Yo soy culpable por confiar mi hijo a corruptos”. “IMSS: No protejas impunes”. “No olvidemos”. “Cómo vivir sin ti, preciosa”. “Nada ni nadie por encima de la ley”, dicen, como doloroso sarcasmo; como un llanto que se ríe. Como una mentada de madre que se agolpa en el pecho y amenaza con romper el aire. Tummmm… …Tummmm… Tummmm…. … Suenan los tambores, fúnebremente acompasados. Truena el cielo cuando llegan a la calle Matamoros para entrar al centro de la ciudad. Son miles y miles que en silencio marchan. Pero el silencio pesa. Inflama. Se agiganta y parece que algo va a estallar en cualquier momento. Mucha gente deja la banqueta y se suma a la marcha. No están solos, dicen, y se suman. Y avanzan. En silencio avanzan. Con el corazón encogido, con los ojos de agua, con la boca seca, con el grito que se les hace un nudo en la garganta, avanzan. Con su silencio dicen: ‘Justicia’. Dicen ‘Amor’. Dicen, con su silencio de miles: ‘No están solos’.
IV
6:30. Sábado.
Tarde gris del Hermosillo lastimado. Matamoros y Colosio, esquina donde esperan cientos de personas que al incorporarse a la marcha son una sola, recuperando para las calles el carácter de espacio púbico. El único donde se escribe la historia. Algo tiene esta marcha que la vuelve poderosa. No son los diez, once, doce o no sé cuántos miles que caminan. No es eso. Quizás sea la implacable, la devastadora ternura de Joselin Valentina, que está sentada en los peldaños de una escalera, con el cabello recogido en dos colitas que nacen como diminutas palmeras tropicales. Quizá sea la mirada feliz e inocente que doblega al más macho o la sonrisa que jamás se volverá a ver, a menos que sea la que sus familiares sostienen en una lona donde también se lee: Nació 08-05-07 – Murió 05-06-09. Con esa imagen, se incorporan, también, y con el rostro divertido y tierno de Joselin vuelven más poderosa la marcha, que en silencio avanza y en silencio suma y en silencio le mienta la madre a los asesinos. Porque, ¿se han fijado? Los padres, cuando aluden a sus hijos no dicen ‘se murió’. Dicen: “me lo mataron”. Otros que marchan son los periodistas. Van ahí también, en silencio con sus cámaras, micrófonos, libretas, teléfonos, con todo lo que les permita documentar y ser parte de esta jornada que hace historia en Hermosillo. Es el despertar de una sociedad civil que llenó la plaza y tomó la calle por su cuenta. Los periodistas van, también, estremecidos en el redoble fúnebre de los tambores y el silencio angustiante de los miles que caminan con los ojos llenos de agua y las mandíbulas apretadas. Por cuarta vez, Radio Bemba transmite en vivo, urbi et orbi. Desde la calle para todo el mundo reproduce el ruido de los pasos, la voz del silencio que en ocasiones, como es el caso, nos dice a todos: ‘No están solos’. La calle Serdán es un río ruidoso y por lo tanto, algo lleva. Ahí, otro muerto memorable se aparece. Mario Benedetti dice, desde una manta: “Hay odios que ennoblecen”. Y con ello les responde a los que desde la impunidad refrigerada de su oficina, se les hace fácil decretar que el dolor no se convierta en odio. Hay odios que ennoblecen, canta, recita, musita, llora Benedetti desde el horror de la dictadura que le tocó vivir para que otros no lo viviéramos. Y ennoblecidos, los padres y familiares de los niños muertos y de los que viviendo mueren en los hospitales para quemados, van, avanzan, con el alma adolorida y valiente para decir como dijo Roberto Zavala, “no nos vamos a dejar de ningún pendejo”.
V
Son Horas de Junio y la poesía aparece en yaqui y en todos los idiomas y dialectos. Hay un encuentro de escritores en Hermosillo y algunos dejaron el auditorio para sumarse al silencio que ensordece. Caminan también, abajo y arriba de la tierra, dejando que sus musas caigan de rodillas al paso de tanta gente tan silenciosa y tan poderosa. Hay 48 flechas aztecas clavadas en el corazón de los poderosos. Al tomar el bulevar Encinas, para ir a Palacio de Gobierno, Laura Fernanda no aguantó. Se durmió con sus tan poquitos dos años de vida. Su papá tiene una cola en el cabello y la abanica en la carreola, mientras camina, con otros miles detrás de ellos, que como ellos, no saben que hay miles delante de ellos.
VI
La marcha avanza silenciosa y poderosa. Va acumulando el sentimiento. Los sentimientos que se mezclan sobre la calle, al lado del frío edificio de gobierno sin gobernante, porque dicen, cada vez que hay una marcha por los niños muertos, se va a Obregón, su ciudad natal. “Ya son 48, ¿vas a esperar por más, hijo de la chingada?”, dice una pancarta, cuando pasa por las puertas de Palacio. En Palacio hay dolientes de otros niños muertos. Víctor Abdiel es uno de ellos, víctima de la negligencia médica en el Hospital Chávez. “Es necesario hacer un alto. El gobierno no hace caso a las marchas silenciosas”, gritan sus padres. La marcha se detiene. El silencio se rompe. “¡Justicia! ¡Justicia!, comienzan a corear todos. ¡Que renuncie! ¡Que renuncie!, vuelve a sonar la proclama en la sede del gobierno del estado de Sonora. “Aquí está uno más del sexenio de Bours”, grita otro padre, que exhibe las crudas fotografías de su hijo descuartizado en un hospital. “Son chingaderas”, grita. Y se queja de que algunos conductores de Telemax, la televisora gubernamental, los ha llamado ‘buitres’ por denunciar las negligencias médicas que les arrebataron a sus hijos. Hay un momento de confusión. Un instante en que el silencio se rompe en Palacio de Gobierno y miles de voces se estremecen en un grito: “¡Que renuncie-que renuncie!”.
VII A las 7:26, la marcha toma de nuevo el Luis Encinas rumbo a la Plaza Emiliana de Zubeldía. Ahí va don Miguel Acedo, con un lazo negro en el brazo, sobre el bíceps flaco bajo su camisa blanca y sus 74 años. Es de los organizadores de la marcha y ha mantenido el paso como el mejor. -Tiene buena condición, le digo. -Qué madre, ya me he aventado cuatro, me responde. Y las que faltan, agrega con una sonrisa. El río de gente se desborda rumbo a la plaza. Los carriles en un solo sentido son insuficientes, así que se abren y la gente toma toda la calle. Y avanza. Nunca, antes, los hermosillenses tomaron los ocho carriles que unos toman como parámetros de progreso, y otros toman como el espacio público para decir que el progreso no debe ser a costa de la vida de sus hijos.
VIII Laura Fernanda ya despertó. Se bajó de la carreola y camina de la mano de su padre. Si a las seis de la tarde la Emiliana de Zubeldía era pequeña, a las ocho de la noche estaba reventando de gente. Ahí se rompe el silencio. Cristina García es su nombre, pero es igual al nombre de muchos más que ahora lloran a sus hijos. Ella es madre de una bebé que no murió en el incendio, pero la niña carga con las complicaciones de quien estuvo a punto de morir entre los gases tóxicos del material prohibido que se quemó en la guardería. Estamos escribiendo la historia, para que si se repite, no sea porque nosotros nos hicimos a un lado, le digo a la muchacha que se acerca a preguntarme que si qué hago. Le digo que no me mire a mí. Que mire allá, donde una madre carga con el peso de explicarle a su niña cada día, que debe separarse de ella, porque tiene que irse a trabajar.
IX La plaza está oscura. Huele a cera quemada. Huele a lo que no quiero oler pero estoy ahí, junto a miles que aquí están, para decir algo. Para romper el silencio. Las palabras de la madre calan hondo, porque le habla a miles de personas como si le hablara a su pequeña, sobreviviente del incendio, pero que difícilmente sobrevivirá el olvido: “Perdón, mi amor, porque yo te prometí que nadie te lastimaría y te fallé. Perdóname mi amor”. “Si ustedes nos dejan solos, ¿con qué voz vamos a pedir justicia?”, pregunta desde el templete Cristina García, la madre de la niña que aún se ahoga, quién sabe si recordando el humo. Y la plaza tiembla con un grito: “¡No están solos! ¡No están solos!”. La plaza está oscura, porque el alumbrado público se cortó esa noche, pero no hace falta. Más oscuros están los corazones de otros. ¿De cuáles otros?, surge la pregunta. Y una pancarta responde: “Niños ABC, en el corazón de unos, en la conciencia de otros”.
X
“Ustedes conocían a Ximena”, dice Raúl Álvarez, su padre, “porque durante todo este tiempo estuvimos pidiendo un milagro. Ella duró dos semanas con muerte cerebral y luchó contra la muerte. Ella nos enseñó sobre la lucha”. Ximena fue la muerte 48 del incendio en la guardería ABC. Para la estadística oficial ella es una muerta más. Para su padre es el amor que llevará tatuado en la espalda, toda la vida. Roberto Zavala está tranquilo. Su voz serena. Habla de Santiaguito, su hijo. De sus encantos y sus travesuras y la luminosidad que inundaba su casa cuando manejaba en reversa el Tonka corriendo de un lado a otro. Porque le gustaba correr, al Santiaguito, de un lado a otro de la casa. Se los presento, dice: a los policías que impidieron el rescate de más niños. A los bomberos que llegaron tarde. A los que firmaron permisos para que operara la guardería. A los dueños de la guardería, que recibían dos mil quinientos pesos al mes. Se los presento al gobernador y a la PGR; al juez que liberó a los detenidos con una fianza pagada con el fondo creado por el gobierno estatal para las víctimas. Se los presento. Y ya que lo conocen les pregunto: ¿Ustedes creen que somos unos pendejos? Si esto queda impune, entonces sí seremos unos pendejos, gritó, en medio de la plaza. Y aprovechando que Benedetti andaba por ahí, casi lo cita cuando dijo que entre el gobernador y él hay algo personal. Le recordó a Bours que en una entrevista al diario Milenio, el gobernador declaró que algunas personas se le habían acercado para manipularlo. No señor. Las únicas personas que se han acercado para eso, son las que usted mandó. Las que le dijeron que en el cielo, Santiago estaba triste porque yo estaba enojado. Pero ustedes no conocen a Santiago. Yo sí. Y yo sé que en el cielo, Santiago está viendo para abajo y diciéndole a sus amigos: “Aquel pinche loco que está allá es mi papá. Y no se va a dejar de ningún pendejo”. Los testimonios siguen. El silencio de la marcha se acabó. La voz de los padres inunda la plaza con un reclamo de justicia y muchas ganas de documentar la historia de una tragedia que se pudo evitar, pero la mezquindad y la ambición de los gobiernos no quisieron, porque pudo más la ambición de los gobernantes. Alí Primera resucita desde algún lugar bajo la tierra venezolana, y canta, como siempre ha cantado, como seguirá cantando mientras sigan muriendo niños inocentes, víctimas de la mezquindad, la ambición y el blindaje que dan las cuentas bancarias millonarias. Alí Primera canta, pre moderno y arcaico. Desfasado. No cabe en el Hermosillo, en el Sonora de progreso, desarrollo, modernidad y marketing. Pero canta en el corazón de una sociedad herida que no sabe mucho de eso. Que no discute ideologías ni partidos. Canta en el corazón de los padres a los que les han matado a sus hijos y eso, no conoce linderos. En la plaza, en la voz de un poeta colombiano que vino a las horas de junio en Hermosillo, Alí Primera canta: ‘no basta rezar/hacen falta muchas cosas para conseguir la paz...’. Canta Pancho Jaime, también, pero dice que no se puede cantar con un nudo en la garganta. Cae la noche en la plaza. Jornada intensa y dolorosa. Convocatoria a volver a estar, como estaremos, el próximo sábado, sin falta. Por los niños que murieron. Por los que no han muerto. Por los que merecen vivir, ahí estaremos.

Thursday, June 25, 2009

Horas de Junio 2009: tributo a Monsiváis
Se toca la emoción con palabras. Un canto de celebración puntual. Junio parte el año. Convoca al clima cálido, al encuentro con la fraternidad. En el oficio de escribir coinciden las voces. Y vienen de distintos puntos de la nación, de otros países, incluso.
Llega el verano y es tiempo propicio para el XIV Encuentro Hispanoamericano “Horas de Junio”, que se realizará del 25 al 28 de este mes.
Los escritores lanzarán sus dardos como versos, sus flores como prosa: el dolor y la risa. La siempre incertidumbre de los que se instalan en las mesas de lectura para abrir los párrafos como chistera. Y repartirlos.
Carlos Monsiváis, escritor toral del México contemporáneo, es en esta ocasión el autor a quien se rinde Tributo de parte de los más de 200 escritores que se reunirán tres días de palabra y canto, en Hermosillo de jueves a sábado, y en Guaymas el domingo, allá donde el mar incita.
Noble labor de los escritores. Tocar al mundo con sus pensamientos. El desvelo transformado en reflexión. Este año, Horas de Junio construye una presea que, con el aval del mismo ensayista mexicano, lleva el nombre de “Por mi madre, bohemios!”, título de una de las columnas periodísticas más importantes que durante varias décadas Carlos Monsiváis ha publicado de manera intermitente.La presea consiste en una figura del autor elaborada desde la entraña de ese árbol característico del desierto de Sonora: el palo fierro, madera emblemática de la artesanía seri. Esta presea se entregará cada año a un destacado intelectual de las letras hispanoamericanas.
La primera entrega la recibirá el mismo Carlos Monsiváis en la ceremonia de tributo mañana viernes 26, a las 8:00 de la noche en la Sociedad Sonorense de Historia, donde se contará con la presencia del doctor Heriberto Grijalva Monteverde, rector de la Universidad de Sonora, quien a nombre de la comunidad universitaria y de la sociedad en general, dará un reconocimiento al autor de Los rituales del caos, A ustedes les consta, Escenas de pudor y liviandad, entre otros libros.
En esta edición de Horas de Junio se le rendirá también un “Recordatorio a la maestra Guadalupe Rico Ramírez”, impulsora de talleres, poetisa y mujer de letras, hoy jueves, en el Museo de Culturas Populares, a partir de las 5:00 de la tarde. Participará con su canto el “Grupo Trova-Romance-Música”.
Después del tributo a Carlos Monsiváis, se le rendirá también un homenaje a Chayito Valdez en la voz de la cantante sonorense Hilda Castillo y el grupo La Compañía de Dionisio. Un presente musical a Carlos Monsiváis en gratitud por su aportación y el estudio de la cultura popular.
Poetas de varios países y continentes se darán cita en esta ocasión y entre los lugares de origen están: Angola, Irak, Kosovo, España, Canadá, Chile, Colombia, Cuba, Bolivia, Estados Unidos, México, Panamá, Venezuela.
Respecto a los estados del país que estarán representados se enlistan: Baja California, Baja California Sur, Campeche, Chiapas, Chihuahua, Coahuila, Estado de México, Jalisco, México, D.F., Nuevo León, Veracruz, Sinaloa, Sonora y Zacatecas, entre otros.
La lista de participantes incluye además artistas de varios géneros, como es el caso del trovador Rafael Mendoza, quien junto a Ramón Sánchez, Daniel Soberanes y Rosina Conde, al lado de intérpretes sonorenses, formarán parte del “Responso por el cantautor Marcial Alejandro”, que se efectuará el sábado 27 en el local de La Matraka Teatro.
Además, se contará con la participación del grupo musical de origen tijuanense “Nidia Barajas, Sozinho y Púrpura”, así como los grupos locales “Winsax”, acústico de jazz, y “La Culebra”, ritmo caribeño en toda su expresión, y la “Danza del fuego” interpretada por las bailarinas arizonenses Anna Schuer-Moncada y Charlene Samuelson.
Armando Vega-Gil, una vez más repartirá lo que desde su pecho construye. El integrante del precursor rockero en español en México, Botellita de Jerez, pone sus pies en estas tierras una vez más.
Asimismo, y como eventos alternos de las mismas Horas de Junio, se ofrecerá la conferencia: "Aproximación al Chino Valera Mora: una perspectiva desde la contracultura", por Alejandra Segovia, escritora venezolana; el documental “Pluma Forever” de Casildo Rivera, así como la exposición multimedia del colectivo de/ser/tico, una exposición colectiva (artes visuales) en la Casa Gregorio; danza de las letras con el bailarín Enrique Contreras y el performance “El paso de las horas”, basado en la obra de Fernando Pessoa, por el artista cajemense Armando García.
Por primera vez en un encuentro de este tipo, se incorporan internos del Cereso 1, quienes al lado de reconocidos escritores, leerán sus producciones y formarán parte también de Horas de Junio.
Las Horas de Junio concluirán el domingo 28 en las playas de San Carlos Nuevo Guaymas. La palabra otra vez para refrendar el significado de la fraternidad.

Monday, June 22, 2009

No tengo nada qué perder… ya me lo quitaron todo
texto tomado de Arturo Soto Munguía. El Zancudo (No mata, pero hace roncha)
La salida de la marcha tiene un aire de duelo. Como de tristeza. Como adelantándose al día siguiente, cuando falleció Ximena, la pequeña de dos años que no sobrevivió a las quemaduras provocadas en el incendio de la Guardería ABC.
Esta vez ni siquiera el lastimero sax de la primera marcha rompe el silencio. Pero es mejor, porque veces hay en que un sax puede ser el más violento incitador a la tristeza. Al lamento. Al llanto.
Un sax aquí, donde miles se están reuniendo para salir a caminar y en cada paso repetir como eco el enojo, la impotencia, el dolor, las ganas de decir ¡ya basta!, pero de a deveras.
No el ya basta que se repite cada cinco minutos en las radios y las televisoras estatales y no estatales, sino el ya basta que aparece en las miradas de la gente que sale al paso de la marcha; de los automovilistas que saludan y bajan la mirada en silencio; del señor que se santigua en la banqueta de la iglesia de San José, donde las campanas repicaron durante todo el tiempo que duró en pasar el contingente.
En la guardería las paredes son azules y amarillas. Y negras, pintadas por el humo que mató a muchos niños. Dos fotógrafos se dan maña, rompen de alguna manera el cerco policiaco, los listones de plástico amarillo que rodean el edificio, y suben para lograr su mejor toma.Son periodistas.Son los que están en todas partes, para que nada pase desapercibido, para que nada quede en el olvido.
Están trabajando pero la policía no entiende eso. Nosotros también estamos trabajando, dicen, y no les falta razón.
Los periodistas van en la marcha. Se suman, se pegan calcas en las camisas, se saludan. Saben que están escribiendo la historia y que la objetividad es un andamiaje teórico que no resiste el peso de las lágrimas. II Parafraseando a Jeff Durango, en la marcha nadie tiene ganas de reír.
La marcha abre brecha. Lleva a los padres de los niños muertos adelante. También a mujeres que llevan a sus niños en carreolas. Son ellos los que van abriendo brecha.
Son una línea de pequeños valientes que no tienen edad siquiera para caminar. Son como los que murieron, como los que están hospitalizados después de 15 días, algunos de ellos muy graves. Una de ellas lleva una cartulina: “Justicia a nombre de mis compañeritos. Los extraño”.
La pequeña también estaba ahí cuando las llamas. También estaba ahí cuando el infierno.
Ahora son los que van al frente de la marcha. Son niños como los que murieron. Aún no saben hablar. No saben caminar ni andar en bicicleta ni patear una pelota ni hacer un atrapadón en el center field, que haga brincar a su padre hasta el cielo.
Los pequeños son vanguardia. Están viviendo una tragedia con la sonrisa ingenua en los labios y con esa sonrisa son vanguardia y van abriendo brecha rumbo al palacio de gobierno.
Están lejos de tener edad para votar, pero encabezan una de las marchas más importantes de la historia contemporánea de esta ciudad.
El señor de la iglesia se quita el sombrero y se santigua con la devoción de un creyente. Con el respeto que le merece la muerte. Con el sentimiento que le hace bajar la mirada y murmurar algo que sólo él entiende, mientras bendice a los niños que van al frente.
En la marcha, los únicos que sonríen son los candidatos a ganar el concurso de Photoshop. Colgados de todos los postes, en colores intensos y brillantes, son tan ajenos al sentimiento de la gente, que sus panorámicas sonrisas ofenden. ¿De que se ríen? III
En Parque de la Solidaridad estaba un ángel.
Medía casi tres metros. Era muy grande. Sus piernas eran muy largas y sus alas muy pequeñas, pero era un ángel. Se movía como un ángel.
Creo que la vi antes, ayudando a clavar el tacón de otro ser voluntario, que acudió a la marcha a decir ‘yo tampoco estoy de acuerdo’. Son muchachas y son zanqueras. Vinieron desde su corazón, porque sólo desde ahí se puede llegar a una marcha para exigir justicia por los niños que hoy son dolorosos huecos en los corazones que antes se llenaba con sus risas.
En ese crucero hay un ángel de zancos muy largos y alas muy cortas. Pero se mueve bien. Los movimientos de sus alas son lentos pero fuertes. Su rostro no refleja el cansancio sino el coraje. Es una zanquera hermosa que mira pequeñito al policía municipal que dirige el tráfico para dejar libre el camino a la marcha.
Uno sigue dirigiendo el tráfico y la otra sigue moviendo sus alas, como para irse. Desde lo alto de sus zancos, desde el batir de sus alas de ángel, observa la marcha que camina rumbo a Palacio de Gobierno, a exigir justicia. IV
En la calle los automovilistas no protestan. Aguantan minutos y minutos a que pase la marcha. No gritan, no se exasperan por el río de gente que les impide avanzar más rápido.
Bajan las ventanillas. Ven. Buscan con su mirada esperando encontrarse con su condición de madre, de padre que aguanta a pie firme la noticia de que su hijo ha muerto.
En la calle, todos se sienten víctimas. En la calle todos somos vulnerables.
V
Alguien debería decirle a la mamá de Germán, que no convierta el dolor en odio.
Explicarle que la suma de negligencias, complicidades y omisiones de los gobiernos que le arrancaron a su único hijo, no deben ser mencionadas, porque hacerlo la pueden convertir en un gusano que se arrastra por el lodo. Una oportunista.
Alguien debería decirle que su pequeño ya no se acurrucará en su pecho ni le iluminará la casa, porque está muerto.
Como otros 46 niños, que lo acompañaron en un infierno de fuego y gases tóxicos, y ahí mismo quedaron, ‘asegurados’ por el cinturón de su ‘portabebé’, en la guardería ABC, que ya apartó un lugar en la memoria social hermosillense.
La señora toma el micrófono. Está parada en el Kiosko de la Plaza Zaragoza, de cara al edificio que alberga los gobiernos estatal y municipal.
Detrás de ella, varios de los padres que perdieron a sus criaturas. Tienen flores en las manos y fotografías de sus hijos, pequeños y felices.
Las caras de esos niños tienen la alegría que se le fue a una pequeña rubia que, sosteniendo un gran cuadro con la imagen de la Virgen de Guadalupe, observa el mar de gente, desde el kiosko, a un lado de la mamá de Germán.
Los pequeños de las fotos son hermosos y felices. La pequeña rubia tiene los ojos cuajados de llanto y sus manitas aprietan el marco de la Guadalupana, mientras se muerde el labio inferior para contener un llanto que hubiera podido bañar a las cinco mil almas que frente a sus bellísimos ojos verdes coreaban ¡Justicia! ¡Justicia! ¡Justicia!
La mamá de Germán se anima y toma el micrófono. Y con la voz desgarrada en un grito que erizó la piel, sentenció: ¡Yo no los perdono! VI
Los boquetes que un ciudadano abrió en las paredes de la guardería ABC, para ayudar a sacar a los pequeños, también sirvieron para sacar a la luz pública cómo es que se gobierna este país, México lindo y qué herido.
Se llama Abraham. Es el papá de Emilia, a la que de cariño, para chipilonearla, llamaba como la llamó en las últimas dos marchas “mi changa pedorra”.
Está frente a miles que al llegar a la Plaza, descubren que no son la parte más callada de las gráficas con que unos tipos de corbata memorable, juegan a la prospectiva política.
No son números ni porcentajes tan maleables como la política clientelar con que los gobiernos fincan su legitimidad, poniéndole precio a los votos.
Abraham está en el kiosko y abre con un llamado a aislar a quienes pretendan politizar el tema, gritando cosas inadecuadas. Alguien debería decirle a Abraham, que él no es el único que quiere y puede decir que el gobierno es el culpable del incendio donde pereció su hija de tres años.
Que no es el único que quiere gritar que vivimos en un país donde los derechos humanos se pisotean y donde la impunidad prevalece.
Porque todo eso dijo él, con un ramo de flores en la mano izquierda, y el micrófono en la derecha, muy cerca de su boca que grita: ¡La muerte de mi hija no debe quedar impune!
No debe quedar impune, dijo, como tampoco deben quedar impunes las muertes de los otros 45 niños que hasta ese día había cobrado como víctimas el incendio de la Guardería ABC.
Alguien debería decirle a Abraham que las miles de gargantas que frente a él se hacen nudo con su relato, con su voz entrecortada, con sus ojos de agua, también tienen ganas de decir que la tragedia se pudo haber evitado, pero que los dueños de la guardería se ahorraron 20 mil pesos en una puerta de emergencia y ahora están sacando cuentas de cuánto se pueden ahorrar en el pago para que la justicia no los toque.
En su pecho no cabe el llanto ni el consuelo porque Emilia ya no está.
Quizá por eso, nadie le dijo que evitara politizar el tema. Que no fuera a decir algo así como que la lucha ya no es por los niños, sino por cambiar el país, el sistema, el gobierno.
Y como nadie le dijo que si politiza el tema entonces puede pasar a ser uno más de los gusanos oportunistas que se arrastran por el lodo, Abraham clamó por justicia, desde el kiosko de la plaza Zaragoza, frente a la sede del gobierno, y dijo: “si no hay justicia… ¡cuidado!”.
Y con la voz que sólo puede salir del pecho de un padre al que le arrebataron a su changa pedorra, como la llama hoy con la voz entrecortada, frente a miles de personas que tienen la emoción a flor de piel, Abraham dijo: “Yo ya no tengo nada qué perder. Ya me quitaron todo”.
Alguien debe firmar un desplegado, de preferencia con muchas firmas de esas que dibujan los apellidos que hacen fila en las páginas de Sociales, donde le adviertan a Abraham que no debe convertir el dolor en odio.
Alguien debe ir decirle al que ya no tiene cerca a esa preciosidad que era Emilia, a esa luz en los ojos de Lupita, la madre de Emilia, a la que conozco. La que tiene en sus ojos el dolor más grande que haya visto en otros ojos.
A ellos alguien, algún tanatólogo pagado por el gobierno; alguna sicóloga con la bolsa llena de volantes de su candidato; algún especialista con cara de ‘siguiente nivel’, debería decirles que no politicen el tema.

Friday, June 19, 2009

adiós, tío Juanito...

Wednesday, June 17, 2009

Estoy muy enojada por la manera en que los enanos que nos gobiernan han procedido a hacer justicia; ¿quién no lo estaría?
Es por eso que les recomiendo este escrito de Yolanda González y su blog de Cometas en la Madrugada.
y este de Silvia Núñez, en el que también habla sobre crimen de estado

Monday, June 15, 2009

Perdón si los puntitos publicados en los útimos días han resultado inútiles de abrir.
En realidad hay mucho material de lectura sobre el tema, pero al menos les dejo esta liga

Sunday, June 14, 2009

Saturday, June 13, 2009

Friday, June 12, 2009

Thursday, June 11, 2009

Wednesday, June 10, 2009

Tuesday, June 09, 2009

Monday, June 08, 2009

Sunday, June 07, 2009

tomado del blog de Silvia Núñez
hoy que se recuerda el día de la Libertad de expresión, el luto sigue y la cifra llega a 43

Saturday, June 06, 2009

la ciudad ha declarado tres días de luto

Friday, June 05, 2009

Thursday, June 04, 2009

el poema de Volker, a 20 años de la masacre de Tiannamen.
Como por arte de magia, anoche encontré -después de muchos años- la antología del Pluma Blanca, edición publicada en 1993 por Editoriales El Zapo, del Savín, pues.
Esta mañana, al revisar mis mendajes de jótmeil, me encuentro el poema que también anoche había visto de nuestro queridísimo maestro el Volker, quien murió hace 4 años. El motivo: el poema recuerda el suceso de Tien an men, en aquel junio del 89. Va el poema:
Cuando los hombres rabian impaciencia
Cuando los hombres rabian impaciencia
cuando tienen que esconder sus esqueletos
entre bicicletas en lo llano del enser,
cuando un joven
tiene que querer
torear tortugas
que avanzan con la certidumbre lenta
de los asesinos que a sabiendas juegan
se hace una plaza que no cabe en sí.
(¿Y qué dice el general
cuando los soldados lloran?)
Escucha, aquí habla la metralleta,
la bayoneta a lo mejor
que puede ser, aquí se aplastan los comienzos,
la belleza que se mueve en lo joven
más que en las mariposas y sauces llorones
del Taing y del Sungy todos esas otras rimas de acero milenario
con las que se afeitan los estetas del ordenpara no perder su cara lisa y homicida.
Cayeron sobre una dura y gris almohada
emplazada en el nombre de perpetua paz.
Recordemos al pueblo de Beijing
que supo dar su cuerpo como valla
y a ese compañero chino
que montó el momento,
que montó la tortuga implacable,
¿quién no los va a recordar?
No solamente corre esta sangre,
salta,
hace,
hará memoria.
Volker Schüler-Will
Bremen (Alemania), 1942. Estudió Filosofía en Erlangen, Alemania, y en Viena, Austria. También realizó estudios de Literatura Comparada en Berkeley, USA. Fue MTC-Investigador en el Departamento de Literaturas Hispánicas de la Universidad de Sonora. Murió en el año 2005 y es uno de los pocos "yoris", me atrevería a decir el único, sepultado en tierra sagrada yaqui.
Gracias, Volker, por lo que nos has dejado; gracias por todo aquello que has regado a la historia.
Fuente: White Feather Antology (la otra poesía sonorense), selección de Raúl Acevedo Savín, Ediciones El Zapo, 1993, Hermosillo, Sonora, México.