Parece que no habrá nada más tierno,
que este volver a Vícam.
Llegar con el amor iluminado por años y distancias.
Decir: ésta es la tierra, éste es el aire
y éste el río del cuento.
Recuperar las voces salpicadas de burlas familiares;
reasumir la niñez en el dormido sabor de esta naranja,
y este olor que es casi de muchacha de savia y de panales
que sólo dan árboles autores de nuestro propio canto.
Porque volver a Vícam es ir de madrugada a los trigales
para espantar los pájaros bisnietos de aquellos que espantamos;
los sueños, alegrías y peligros de los antiguos campos.
Parece que tendrá mucho de triste
nuestro volver a Vícam.
Hallar que el calendario no era broma leyendo algunos rostros;
saber que algo no vuelve en estas naves, aunque el viajero vuelva,
y besar en la frente lo que un día besamos en la boca.
Parece que también será la lágrima, éste volver a Vícam;
preguntar por hermanos, por amigos que no nos esperaron,
y el horror de buscar en una tarde de cal y mezquites;
Severiano, Morita, Crisóforo, Alfonso y Carlos.
Parece que será feliz y trémulo nuestro volver a Vícam,
vagar por los caminos que asolearon el verso de la infancia;
llevar hasta una loma coronada de flores amarillas,
de la mano, los hijos que fundamos sobre lejanas playas,
más allá de las nieves absolutas de selvas y de mares, y decirles:
ésta es la cuna y éste el peñón exacto;
ésta es la tierra, la amorosa,
la que espera a sus niños.
Aquí esparcen su calcio generoso los huesos de mis padres,
y el calcio va a la hierba y hace al mezquite más generoso y alto.
Así trabajan todavía, quienes nos prestaron su sangre.
Todo será feliz y doloroso, será trémulo y tierno.
Porque volver a Vícam...
Porque volver a Vícam me parece que es retomar el canto.