Sombras de codicia
juegan con la esperanza y el futuro.
Sombras de avaricia y corrupción
juegan con la vida
Abrigan tiernas sonrisas
entre sucios mantos de mentiras
¡Que vengan los niños!
¡Crezcan aquí!
Graznan como aves de mal agüero
Extienden sus brazos, cuidando las formas,
palmean espaldas, reparten lisonjas
diciendo mentiras...
¡Vengan los chiquitos!
¡Vengan esos nenes!
Graznan impasibles
¡Sueñen aquí,
duerman acá!
Canten con nosotros,
aprendan los primeros pasos de la vida
fuera de casa.
Aquí hay bonitos colores
y caritas felices colgando de los muros.
Los niños del fuego duermen, juegan,
cantan y sueñan, mientras las promesas aguantan
y el incendio despierta.
El humo se levanta
y escupe lenguas de fuego
que arde y arde y arde,
que mata y quema.
Llueve en el desierto,
Llueve en el alma,
llueve fuego
que llueve muerte
y llueve dolor,
como llueven lágrimas.
El fuego inunda todo
y todos morimos un poquito con ellos,
que murieron casi solos.
No somos nada ni nadie
para ese dolor
que arde día y noche.
Salimos a la calle
para decir a esos padres que lloran,
que no están solos,
tal vez para no sentirnos tan solos,
tan inútiles ante el dolor
que nunca podremos calmar.
Salimos a la calle
con la trémula voz de una madre
que nos dice:
¡Yo no los perdono!
¡Yo nunca los podré perdonar!
Algo nos duele en el pecho
pero decimos:
No están solos,
no estamos solos...
Sabemos ahora
con dolor en el alma
que no debieron morir,
pero que su muerte
no la ahogará el olvido
ni el temor al silencio.
Los señores que se creen en el cielo
huyen, se ocultan, duermen, descansan
ensayan uno y los mil pretextos
para no encarar la realidad.
Los niños del fuego encienden nuestras almas
y el corazón de la gente sale a las calles
andando y andando
bajo el sol del verano
que sucumbe ante nuestros pasos.
En defensa de los gusanos
En esta, nuestra triste ciudad,
el dolor de la muerte de muchos niños,
nos ha hecho salir a las calles.
Trampas, transas, triquiñuelas
y mañosadas de los que se creen poderosos
orquestaron este cruel incendio.
El dolor de los padres
y el coraje de la gente
nos llevó a las calles.
Vamos todos en silencio,
nos pidieron
y caminamos casi en silencio.
Vengan de blanco,
porten banderas,
vengan todos los que puedan.
Así lo hicimos con dolor y tristeza,
así lo hicimos con amor y coraje.
¿Quiénes son estos gusanos?
Dijo airadamente el gerente general
de esta empresa tan Sonora y tan mal querida.
¿Cómo se atreven a sacar partido
de estos momentos tan dolidos?
¿Qué reclaman estos gusanos,
si la del negocio es prima del mero mero?
Si van a tirar piedras, las tiro yo primero
y luego averiguamos, decía,
desmontándose de su macho.
Yo no sé muchas de estos asuntos,
pero de los gusanos sé
que dan seda
y que sin ellos
algunos quesos serían otra cosa.
De los gusanos sé también
que limpian la tierra
y que por lo general no molestan a nadie,
no persiguen a nadie
y no ladran, ni muerden... tal vez.
Pero también sé
y eso quiero decirles
que si salimos a las calles no es porque
defendamos los derechos de los gusanos,
sino los derechos humanos.
Derecho de haber nacido
de crecer en paz y armonía
de amar y ser amados,
derecho de vivir,
derecho de vivir,
de existir y seguir viviendo.
Esto lo digo a título muy personal,
no me da miedo que me digan gusano,
siempre será preferible que nos digan gusanos
y vivir con las manos limpias y la frente en alto,
que no ser nada, mentirle a la gente,
sin afrontar la muerte de esos niños
y aún tratar de llevarse todo lo que se pueda entre sus patas...
Por si todo esto fuera poco
que por supuesto no lo es,
este mismo gerente y político
viene a decirnos
que todo esto
a él no le preocupa
que duerme como bebé
y es de sueño pesado.
Será por supuesto
porque duerme en pañales,
para no ahogarse de sí mismo
y como todos sabemos
él sí se chupa el dedo
cuando cree que duerme en paz.